SEÑOR DIRECTOR:

Es innegable que en Chile se han diversificado las maneras de delinquir y de experimentar la victimización. Según cifras del CEAD, las infracciones a la Ley de Armas han aumentado un 12,44% desde los tres primeros trimestres del 2022 y el mismo periodo de 2023.

Se advierte el elevado interés de unirse a clubes de tiro y de adquirir armas de fuego, como reflejo del miedo, que va más allá de la percepción, y como resultado de respuestas estatales que no han sido eficaces ni innovadoras. La situación pareciera ser desatendida, aun cuando se han invertido sumas considerables, enfocadas en mayor despliegue de fuerzas que reprimen el crimen post factum.

Parece ignorarse que el primer paso hacia la reducción significativa del crimen es la prevención. Atrapar al perpetrador de un delito es llegar tarde, porque ya existe alguien que sufrió las consecuencias de su transgresión.

Urge atender el creciente uso de las armas ilegales. De lo contrario, la población queda en asimetría con respecto a sus capacidades de protección. Frente a esta amenaza fatal, cabe preguntarse, ¿dónde hay armas en el país?, ¿existe una supervisión e inteligencia prolija que contabilice las extraviadas y permita la confiscación?

El problema es el desconocimiento sobre lo que desencadena la conducta desviada de quien percute. Son los niños que crecen admirando al vecino en su auto flamante, escuchando las vainas caer en la tierra, como ritmos en un djembé.

La violencia con armas de fuego es una de las más altas causas de muerte en el mundo. Mientras seguimos demorando la implementación de sistemas de prevención idóneos, se masifican en Internet moldes liberados para imprimir en 3D un arma funcional. ¿Qué seguiremos esperando?

Marcela del Sol-Hallett

Perito en perfiles criminales y cocreadora Proyecto 360 de prevención criminal