
Parisi ¿por qué?

El ascenso de Parisi en las últimas encuestas nos recuerda su 3er lugar en las elecciones del 2021 –en pleno juicio por una multimillonaria deuda por pensión de alimentos-. El éxito tiende a explicarse por un discurso antipolítico, contra toda elite, y por un énfasis en la eficiencia tecno-económica (como Trump o Milei). Sin embargo, especialmente para las mujeres, esto resulta insólito –más aún tras sus últimos dichos sobre “multar” a las mujeres que no se realicen test preventivos o lo de “enchular a la vieja”-. Aunque sorprenda, pareciera ser que uno de los grandes capitales políticos de Parisi se funda precisamente en el despliegue mediático y cuidadosamente exagerado de una forma de masculinidad que conecta, en distintos niveles, con emociones e imaginarios fuertemente arraigados en nuestra identidad nacional.
En términos psicopolíticos, por ej., Kast y Parisi encarnan figuras afectivas muy distintas. Mientras que Kast representa al padre conservador, una figura moral y autoritaria, Parisi se escenifica “solo” hombre, como sujeto libre y exitoso –más hijo que padre-. En un país de “guachos” y “madres” como el nuestro (Montecinos) esto es relevante. Porque el rol paterno tiene poca impronta; confundido con autoritarismo o patronazgo, recién se asienta gracias a leyes cada vez más estrictas en protección de los hijos y las mujeres. Por supuesto, estas leyes han significado una protección fundamental de sus derechos, pero para nadie es sorpresa que, en un Estado garantista, existen casos de alta complejidad en los que se abusa de garantías legales –con falsas denuncias, ardua judicialización, elevados costos, etc-. Así, no parece descabellado que la “soltura” de Parisi tenga un eco afectivo en la población, sobre todo, masculina.
Ahora bien, sostener que existen preferencias políticas en torno a emociones o imaginarios no significa “ningunear” a nadie; tampoco cuestionar la legitimidad democrática de estas preferencias. Más bien se trata de recordar lo que hemos aprendido de las ciencias cognitivas, la psicología o la antropología evolutiva, a saber, que la racionalidad del animal que somos se funda siempre en un suelo emocional. Bajo cada “razón” que justifica una u otra elección hay también algún afecto (resentimiento, miedo, etc.) pujando.
Baltazar Gracián hace varios siglos recomendaba tener cuidado en las formas con las que los políticos buscan destacar; pues mientras hay quienes destacan por medio de la virtud –decía- hay los que “echan por lo paradoxo”, o sea, optan por el escándalo y la irreverencia; algo que disfraza vanidad como valentía. Cuando se eligen, dirá Gracián, “en materias políticas, (es) ruina de los estados”. La escenificación masculina de Parisi no es mera estrategia comunicacional, sino que responde a un vacío histórico de autoridad paterna. Pero también a una indiferencia cómplice frente a emociones soterradas –de hombres y mujeres- y sobre las cuales ninguno de los y las candidatas quiere hablar.
Por Diana Aurenque, directora Centro Estudios de Ética Aplicada Universidad de Chile
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