Opinión

Por una política de natalidad

En los reportajes de TV se muestra este año la maravilla del desierto florido, un fenómeno único en el mundo. En el lugar más árido del planeta, donde cae solo 1mm de agua al año, basta un pequeño incremento a 15 o 20mm para que millones de semillas, a la espera, broten en un espectáculo multicolor que impresiona a los visitantes. Más de 200 especies distintas visten las planicies y quebradas de cordillera a mar.

Estas imágenes obligan a mirar otro fenómeno, la brusca caída de la natalidad a nuestro país, hoy una de las más bajas del mundo, y que augura una catástrofe demográfica, económica, e incluso geopolítica. Se calcula que al año 2100, solo serán 12 millones los habitantes que habrán nacido en Chile. Nuestro bono demográfico (población activa/población pasiva), que probablemente es la mejor explicación para los “30 años”, ya no existe. Este dividendo se extendió desde 1962 al 2012. El año 1950, la esperanza de vida al nacer era 54 años, hoy es 81, acentuando la situación de dependencia creciente en la que el país se encuentra. Como contraparte, nuestro país tiene la segunda menor tasa de mortalidad en menores de cinco años de América Latina; pero ello no compensa la caída de los nacimientos. También es correcto señalar que la tasa de fecundidad en mujeres jóvenes (menos de 25 años) disminuyó un 91%, lo que responde a políticas adecuadas de prevención de embarazo en dicho rango.

¿Qué se puede hacer entonces? ¿Qué tienen de común el florecimiento del desierto con los nacimientos? Es claro: las semillas germinan y las parejas optan por tener hijos cuando las condiciones objetivas así lo permiten. Según encuestas, las familias chilenas quisieran tener 2,4 hijos. ¿Cuáles son entonces las dificultades que impiden que esto ocurra? Ciertamente hay cambios culturales profundos que también importan; pero son mucho más complejos de abordar, si así se quisiera.

Al preguntar por estas condiciones objetivas, la más mencionada es la económica, refrendado por un reciente estudio Unesco que señala que el costo mensual de cada niño en Chile es muy elevado, y sin ayudas significativas del Estado. El acceso a la vivienda, la incertidumbre laboral, la inequidad de género en el trabajo doméstico y en la crianza, una edad tardía para el embarazo son algunos de los otros motivos que las personas citan. Vale la pena acentuar que un permiso postnatal excesivamente prolongado es visto por la mujer como un obstáculo, lo que debe considerarse al momento de proponer medidas como un aumento del ya existente.

Paradojalmente, el aumento de la expectativa de vida, y su efecto en la familia extendida, da una oportunidad para reconsiderar una política de cuidados, con subsidio a los abuelos u otros, para compartir responsabilidad en el desarrollo infantil. Sin embargo, es imprescindible evaluar a fondo la política de población implícita que hoy existe, y corregirla con todos los instrumentos posibles.

Por Jaime Mañalich, médico

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