Opinión

Teatro diplomático

Teatro diplomático Juan Carlos Avendano/Aton Chile

Jorge Luis Borges escribió “Tema del traidor y del héroe” como una reflexión sobre la política convertida en teatro, una puesta en escena moral donde lo decisivo no es la realidad, sino el relato que se quiere exhibir.

El cuento ilumina un rasgo del actual gobierno en materia de política exterior que a estas alturas todos ven salvo el propio Presidente de la República Gabriel Boric, enceguecido por su activismo que privilegia gestos que subrayan posiciones morales en lugar de resguardar los intereses estratégicos y de largo plazo de Chile. Sus palabras y acciones hacia los Estados Unidos, cuyo embajador -al igual que el de Israel-, aguarda para presentar sus credenciales diplomáticas, dan cuenta de una animosidad personal hacia el Presidente Donald Trump. Se trata de la misma irrespetuosa incomodidad que evidenció con el Presidente argentino Milei en el cambio de mando en Bolivia, y a los reiterados insultos que profiere contra el primer ministro israelí en cada foro internacional al que asiste.

El patrón es evidente. El saliente Presidente resiente un mundo cuya política ya no se ajusta a sus deseos. En Sudamérica María Corina Machado, la valiente líder opositora al dictador venezolano Nicolás Maduro, ganó el Premio Nobel de la Paz, el movimiento “La Libertad Avanza” de Javier Milei obtuvo un resonante triunfo electoral sobre la cleptocracia kirchnerista en Argentina, y Rodrigo Paz en Bolivia puso término al fracasado experimento político y social de Evo Morales y sus seguidores, anunciando la ruptura de relaciones con Irán y la reanudación de ellas con Israel.

Por su parte el Presidente Trump logró lo que parecía imposible en Medio Oriente, un acuerdo entre Israel y Hamas para poner término al conflicto de Gaza iniciado tras el ataque terrorista del 7 de octubre de 2023. En términos sustantivos, logró aislar a los terroristas palestinos para aspirar a una transición hacia una administración tecnocrática alejada del actual radicalismo yihadista islámico. Con ello ha modificado el clima político regional para avanzar en la normalización de relaciones entre Israel y los países árabes, en el marco de los anteriores Acuerdos de Abraham.

La política exterior no es un espacio para complacencias identitarias. Es, ante todo, un ámbito donde las consecuencias se miden en décadas y donde el costo de la improvisación se paga. El activismo diplomático -donde el trato devino en teatro- sin calibrar efectos entrega aplausos sectarios, pero daña la confianza de socios que han acompañado al país más allá de las contingencias. De allí la advertencia de Borges. Cuando el capricho personal reemplaza las políticas de Estado y se persiguen sombras para afirmar su propio guion, se pierde el juicio necesario para conducir al país en un mundo complejo. La política exterior chilena necesita menos teatralidad para recuperar la posición diplomática global que en estos últimos años el Presidente Boric menoscabó.

Por Gabriel Zaliasnik, profesor de Derecho Penal, Facultad de Derecho, Universidad de Chile

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