
Winter: la subjetividad como programa

Partió la franja y con ella la recta final de la campaña en la primaria oficialista. Hay muchos que le asignan un valor capital a este espacio en el devenir de las campañas, aunque lo cierto es que este lance no ha logrado aún interesar al gran público y amenaza con convertirse en el espacio de disputa de unos pocos.
Así las cosas, especular sobre los efectos de la franja en el votante parece un ejercicio infértil, mas no lo es si se la observa como un espejo en el que el candidato o candidata se mira. Porque los comandos si ven la franja y si destinan recursos valiosos para su realización y la selección de sus mensajes. No hay azar en el “no vengo de la elite” de Jeannette Jara, ni en la cuidada narración de la excepcional historia y trayectoria de Tohá. Eso es lo que ellas quieren marcar y tienen fundadas razones para ello.
En esta perspectiva, resulta particularmente interesante detenerse en la elección que hace el comando de Gonzalo Winter de la primera pieza lanzada. El candidato aparece junto a la ventana de un departamento antiguo, pero cuidadosamente remodelado; con vistas a árboles añosos en lo que podría ser la Villa Frei, en Ñuñoa, o Ismael Valdés Vergara en el Parque Forestal. Y para hablar de Chile, le habla a su pequeño hijo.
La pieza toca varias teclas emotivas clásicas, no se trata de una innovación narrativa ni audiovisual. Lo distintivo, sin embargo, me lo señaló al pasar un agudo colega y es que en ella se cuela un rasgo característico de la generación política del locuaz diputado: la homologación de la propia subjetividad a proyecto o programa político.
Y es que, carentes de una formación político-doctrinaria que trascienda sus experiencias del presente, la generación impugnadora ha tenido el talento de convertir sus propios problemas en los problemas de Chile: el pase escolar cuando eran secundarios; la gratuidad universitaria cuando eran mechones y las dietas parlamentarias cuando llegaron al congreso… Y como cada uno de esos pasos vitales logró instalarse casi sin resistencia, llegaron a soñar con cristalizar esas “luchas” en un texto constitucional que las perpetuara en el tiempo.
Esta autorreferencia es propia de ellos. Jeannette Jara, que también fue dirigente estudiantil, comprende que su tarea en tanto dirigente político está vinculada a la lucha de clases (aunque la edulcore con conceptos como gente que se levanta temprano versus elites), porque tiene una ideología que la antecede y que la sucederá. Tohá alude también a sus luchas “generacionales” pero comprende que lo suyo será gobernar y hacerlo bien, porque es parte del tortuoso (y virtuoso) camino de la renovación socialista.
La generación índigo del Frente Amplio, en tanto, no ha de cargar con esas pesadas mochilas, para ellos la política es más icónica que histórica y ahora que comienzan a parir sus primeros retoños, les parece evidente que la política (y el país) se trata de eso. No deja de ser una virtud, en todo caso, eso de estar siempre en el lado correcto de la historia, tal vez de eso trataban, en el fondo, los temores expresados por Landerretche.
Por Camilo Feres, Director de Estudios Sociales y Políticos de Azerta
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