Paula

Amores incompletos: Cuando el pasado no muere

Dicen que hay que cerrar una puerta para abrir otra. Pero, en el amor, muchas veces las historias quedan suspendidas. A las que se cortaron abruptamente, se las conoce como amores incompletos, interrumpidos o perdidos, y pueden ocurrir a cualquier edad, aunque es más común que tengan lugar en la adolescencia, cuando las personas viven sus primeras experiencias amorosas. Quizás uno de los dos se mudó de ciudad; o era muy inmaduro, y se borró del mapa, o sus padres se opusieron al vínculo. “Como sucede algo que te sorprende, algo que no controlas, porque es inesperado, eso no te permite elaborar un cierre de la mejor manera. El significado de la vivencia varía de persona en persona, pero prima la sensación de perplejidad”, afirma Claudia Lucero, terapeuta de familia y pareja y psicóloga de la Clínica Psicológica de la Universidad Diego Portales (UDP).

¿Cómo afecta la forma en que se relaciona alguien que se quedó con un amor por la mitad? ¿El efecto es distinto a los 20, que a los 30 o 40? Según la especialista, “existe la suposición de que si algo te pasa a los 15 o a los 18 años va a ser menos traumático o va a tener menor impacto. Pero no es así, puede tener tal intensidad emocional, que lo vivas de una forma tremenda, al punto de marcar de por vida tus relaciones”. En el caso de un adolescente, “puede afectar su capacidad para establecer vínculos extra-familiares, que es lo que está comenzando a hacer como joven. En una persona de 30 o 40 años afecta más las proyecciones que tiene sobre el futuro con el otro. Las etapas de la vida son diferentes, pero es un tema en cualquier etapa”. Todo depende de en qué momento ocurre y de qué forma, si la persona tiene recursos emocionales para hacer frente a lo que le pasa, si cuenta con el apoyo de otros.

Y es que cuando e amor quedó truncado se produce una idealización de ella o de él. "Si había mucha ilusión, puede que, con el tiempo, se idealice no solo a la persona, sino lo que pudo ser. Qué habría pasado si... ", indica Lucero. En casos más extremos, por ejemplo, un accidente en que uno de los integrantes de la pareja muere, resulta aún más difícil dejar atrás esa ilusión. “La gente necesita saber, necesita certezas para procesar. Quedan las posibilidades abiertas de lo que de verdad pudo haber ocurrido”, señala. “Ahora, esa persona puede llevar la pena consigo, pero, a poco andar, tener una buena experiencia y conformar otra pareja. O puede tener otro duelo (no necesariamente amoroso), y eso va a aumentar la pena”.

Creencias culturales como que “el amor es para toda la vida” o “solo se ama una sola vez”, también influyen. “Pueden hacer tanto peor lo que alguien está viviendo, porque además del dolor por la pérdida y la relación que no ocurrió, pesan y se multiplica el sufrimiento”. Lucero dice que quien tuvo un amor incompleto tiene que darle un lugar a lo que le pasa y no perder de vista que, en el terreno de los afectos, “las cosas no son matemáticas, no son tajantes, no es que se se acabó y me olvidé. Hay viviencias y recuerdos en común”. Surge una nostalgia, una posibilidad de llenar espacios que quedaron en blanco. “A veces ni siquiera es una nostalgia por la persona, sino por las posibilidades de algo que podría haberse desarrollado para toda la vida”, subraya.

Hay quienes permanecen en ese estado de anhelar, por años. “Alguien puede quedarse enganchado amorosamente y no sufrirlo. O puede pasar al extremo opuesto, estar en la peor y sentirse enrabiado, una y otra vez que afloran los recuerdos. Si hubo una relación con buenas formas, va a haber un recuerdo bonito. Cuando ocurre algo externo, a lo mejor se habría terminado igual, pero eso no se puede saber. No hay resolución”.

Reencuentros y reencuentros

En 1993, Nancy Kalish, psicóloga conductista y profesora de la Universidad Estatal de California, Estados Unidos, comenzó a explorar qué le pasaba a la gente que se reencontraba con amores perdidos. Hasta entonces, el tema solo se trataba en artículos de prensa. Kalish entrevistó a 1001 personas que habían vuelto con sus pololos o pololas veinteañeros o de la época del colegio. Después publicó Lost and found lovers: facts and fantasies of rekindled romances (1997), un libro cuya información fue actualizando en la era de las redes sociales. Lamentablemente, la especialista murió el año pasado, y su texto continúa siendo uno de los pocos en que se ha abordado este tema, hasta la fecha.

En su investigación, Kalish descubrió que la mayoría de sus entrevistados habían sido adolescentes enamorados a quienes separaron los progenitores de la joven, principalmente, el papá, tras imaginársela embarazada. Ella terminaba con su novio, sin decirle la verdadera razón, sino que esgrimía cosas como: “Ya no te quiero” u “odio a tus amigos y no quiero volver a verte”. Y el pobre chico quedaba preguntándose: “¿Qué pasó?, ¿qué hice mal?, ¿qué podría haber hecho diferente?”. Años después, los obstáculos del pasado ya no estaban y estas ex parejas (cuyas edades en promedio iban de los 35 a los 40 años) podían amarse libremente. A otras, el tiempo les había dado la madurez o las condiciones que le faltaban a la relación o la oportunidad de corregir algo que no habían afrontado. Por ejemplo, a aquellas que se habían casado muy jóvenes y luego se habían separado, sin la habilidad para comunicarse, comprometerse o ser pacientes o sin el dinero necesario para mantenerse.

Kalish también concluyó que a los hombres les tomaba más tiempo superar un amor perdido, entre otras cosas, porque, de acuerdo a sus registros, ellos eran usualmente a quienes abandonaban. En su cuestionario, Kalish incluía la alternativa Me tomó más de diez años. Muchos hombres tachaban esta opción y escribían: Nunca lo superé. No ocurría lo mismo con las mujeres. “Los hombres no guardan mensajes escritos en una servilleta, ni flores secas en sus cuadernos, mantienen el amor en su corazón”, dijo la terapeuta en una de sus conferencias, disponibles en el sitio lostlovers.com. De paso, recomendaba echar por tierra un estereotipo: el de que los hombres no son románticos.

A propósito de las etiquetas que habría que erradicar en el amor, la psicóloga Lucero sostiene que “hay categorías muy extendidas, ideas como que ‘los hombres no pueden estar solos’. No es lo que veo en consulta. Buscamos certezas que nos tranquilicen y resulta que no podemos controlarlo todo, algo que ha dejado muy claro la pandemia. No creo que sea bueno encasillar. Todos queremos amar y ser amados”. ¿Llega mucha gente a consultar por quedarse “pegado” a un amor del pasado? Lucero dice que no, pero “a lo mejor es porque se la bancan solos”. Ella recomienda prestarle atención al tema, si la persona está sufriendo. “Consultar sería bueno. Pero uno puede tener una idea de las cosas, de los tiempos, y a veces llegar a algo lleva años, sobre todo en los casos más extremos”.

Las redes sociales propician toda clase de reencuentros y los amores interrumpidos no son una excepción, aunque pueden ser un peligro. ¿Es mejor concretar alguna vez ese amor que quedó incompleto o dejar las cosas como están? Según constató Kalish en sus estudios, de quienes se reencontraban y estaban solteros, el 72% se volvían a juntar con éxito, mientras que, en el caso de los casados, la cifra solo llegaba al 5%. En palabras de la psicóloga estadounidense: “Retomar un romance pendiente puede ser algo maravilloso si alguien está disponible, pero si no, puede ser un desastre. La gente que está casada realmente no debería jugar con fuego”. Lucero refuerza esta idea: “En el caso de gente con compromiso, va a ser un problema, ya sea involucrarse con un amor del pasado o con alguien nuevo. Las relaciones no son fáciles para dos, que pueden tener hijos. Qué decir si aparece un tercero o un cuarto”.

Una ventaja para quienes se reencuentran es la sensación de familiaridad que existe entre ellos. “Ese reencuentro presenta la posibilidad de relacionarse con alguien conocido. Una historia que tiene algo en común, probablemente hay confianza. Depende de la razón por la que se separaron, si pueden restituirlo o no”, analiza Lucero. “Reencontrarse no siempre es fácil. La persona ya no está igual, no es el pololo o la polola a los 18 o a los 20 y uno no espera que esté igual, tampoco. Depende de la historia que vivieron juntos, de los intereses, de lo que cada cual hizo en medio, de la vida afectiva propia. Hay más posibilidades de que resulte si en el pasado se actuó de buena forma. Si fue y es algo bueno, por qué no dar el paso”.

Por lo visto, acordarse del primer amor es común. Se estima que un 60% lo hace, cada tanto, pero eso no significa que alguien vaya a dejar todo para arrojarse a sus brazos, ni siquiera que tenga interés en verlo. Porque si se enterró bien, es muy probable que no pase de ser un buen recuerdo.

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