El consentimiento más allá de lo sexual: “Las mujeres nos sentimos culpables cuando no tenemos una excusa importante para negarnos a algo”




“Si bien hablamos sobre consentimiento frecuentemente, en conversaciones cotidianas, como también discursos políticos, económicos y judiciales, este término ha sido poco discutido con una mirada de género. Se le vincula constantemente al encuentro íntimo entre dos personas y a una voluntad que, a primera vista, parece libre de otros factores y presiones. En medios de prensa, programas de televisión e incluso en la narrativa cultural se instala la idea de que “decidir es clave”, sin embargo poco se ha discutido sobre la asimetría patriarcal que pone la sociedad a mujeres y disidencias, la cual influye en las relaciones que tienen con su entorno, más allá de las sexoafectivas; también las que incluyen su trabajo, estudios, familia y comunidad”. Con esta introducción comienza el estudio Consentimiento y sus implicancias en la vida cotidiana de la ONG Amaranta y Avon, con su promesa de poner fin a la violencia hacia mujeres y niñas.

Y es como ahí señalan, aunque se suele relacionar el consentimiento con lo sexual, esto va mucho más allá, es más profundo; a las mujeres nos cuesta decir que no, porque nunca se nos ha enseñado a hacerlo, al contrario, se nos socializa para ser complacientes. Y cuando logramos decir que no, ese no, no es respetado. Como señala la antropóloga Yolinliztli Pérez , consentimiento y voluntad son fenómenos vinculados pero diferentes, y existen, por lo menos, dos formas de aceptar: explícita e implícitamente. En un ejemplo hipotético, una persona podría acceder “formalmente” (consentir) a sostener una relación o práctica sexual con su pareja y “realmente” no desear participar en ella (voluntad).

En el informe –que participaron más de mil mujeres de todo Chile– las cifras son impresionantes: un 73% afirmó que en algún momento tuvo que hacer algo que no quería o con lo que no se sentía a gusto porque la otra persona me insistió; otro 61% debió acceder porque le cansaba o abrumaba explicar por qué no lo quería hacer; casi un 49% accedió porque sentía que era su deber en su rol de pareja, amiga o familiar; y un 47,7% accedió a algo con lo que no se sentía a gusto porque ya lo había iniciado. Solo un 6% declaró no haber vivido esas situaciones.

Y hay más: un 68% señaló que al momento de poner límites estos no han sido respetados; un 56% indicó que se sintió obligada a decir sí, cuando quiso decir no y un 53% aseguro que muchas veces aceptó algo que no quería porque se sintió presionada. Además, al ser preguntadas por qué grupos eran quienes más traspasaban sus límites, las personas encuestadas señalaron que un 50% de sus amistades no lo habían respetado, seguido por un 48% sus parejas y luego un 44% la familia.

“Muchas veces creemos que conocemos lo que es el consentimiento y que nuestro entorno también lo entiende, así también lo demuestra la encuesta. Sin embargo, existen muchos actos de los cuales no somos del todo conscientes que constituyen instancias que requieren de consentimiento. Esto demuestra que muchas veces no podemos fiarnos de la noción de consentimiento que existe en las personas porque este no siempre está bien abordado, ya que la única manera de constatar que hay consentimiento es con un sí”, afirma Ana Inés Álvarez, trabajadora social y líder de Fundación Avon y su programa para erradicar la violencia de género en Chile.

Sobre cuando han intentado establecer un límite, un 64% de las respondientes señaló que se siente culpable cuando cree que no tiene una excusa importante para negarse a algo, lo que las expertas señalan es una muestra clara de cómo muchas veces puede ser difícil marcar limites que son claros para uno. Para hacer valer sus límites, un 95% de las encuestadas señaló tuvo que recurrir al recurso de mostrarse “fría” o “dura” para que otros respetaran sus límites. “Esto demuestra cómo aún en nuestra sociedad no basta con trazar límites para hacer valer nuestro respeto, ya que constantemente la sociedad está esperando que cedas. Es importante entender que el consentimiento es algo dinámico que cambia según el tiempo y que las situaciones de jerarquía pueden profundizar instancias de violencia hacia las mujeres”, agrega Karen Vergara, directora de Incidencia de ONG Amaranta.

“No calles nunca, eres importante y no eres responsable de cómo son los demás contigo”, “di no todas las veces que quieras decirlo y si es necesario, grítalo. Quien no respeta tus decisiones, jamás te respetará y no te quiere tanto como te dice”, “la palabra no es una respuesta completa, no necesitas explicar el por qué. Marca tus límites sin miedo”. Todas estas son respuestas que surgieron espontáneamente en el informe ante la pregunta “si pudieras darle un consejo a tu yo niña o adolescente, ¿qué le dirías?”. Respuestas que reflejan que se hace necesario hablar de consentimiento porque, hasta ahora, sigue siendo una carga que pesa sobre mujeres e ignorada por su entorno, lo cual no solo es agotador y abrumador para ellas, si no que también da paso a vulneraciones contra su integridad.

“Se hace urgente que el consentimiento sea un concepto discutido desde la primera infancia, como también que deje de ser visto como un concepto asociado solo a las relaciones socioafectivas, sino que en todas nuestras relaciones”, dicen en en informe y concluyen: “Junto con esto, es importante ir deconstruyendo estereotipos sexistas presentes durante la socialización y educación de niñas, como también en los medios de comunicación, que busca encasillarlas en lo bueno, dulce y complaciente; decir que no debe ser señalado como un derecho, como también la importancia de priorizarse a una misma por sobre las expectativas y demandas del resto”.

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