La oveja de Ninhue

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A pesar de no ser un bordado tradicional de Chile, el crewel se convirtió, para Filomena Vergara, en una técnica que hizo tan propia, que logró sacarla del bastidor. Hace 31 años puso de pie una oveja y luego al resto de los animales. Hoy son reconocidas en todo el mundo.




Por Alejandra Apablaza

Paula.cl

Filomena Vergara barre la calle con una escoba de ramas. Le echa un poco de agua al suelo para que no se levante el polvo. La tarde en Ninhue es silenciosa. Nada interrumpe la paz de este lugar.

Creció en el campo, junto a sus padres, sus 7 hermanas y su hermano. Recorriendo cada día, en carreta o a pie, 8 km para llegar a la escuela de Ninhue. La casa de Filomena es sencilla, con esa calidez de campo que es generosa en duraznos blanquillos, huevos frescos y lana pura.

"Todo comenzó el 6 de mayo de 1971. Yo barría la calle, igual como usted me vio hacerlo ahora. Y por allá caminando por la avenida venía la señora Carmen Benavente. Se detuvo por acá en la pirca. Me llamó la atención que viniera de a pie porque ella es muy elegante. Yo sabía quién era. Mi padre, Vicente Vergara, trabajaba en el fundo de su familia.

Desde ese día, Filomena ha encabezado el grupo de bordadoras de Ninhue y, en honor a la mujer que le enseñó a bordar, lo bautizó con el nombre Carmen Benavente Puga. Filomena antes se dedicaba a la costura de prendas de moda.

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En agosto del año 1971, pocos meses después de que llegara a Ninhue, Carmen Benavente Puga se llevó los trabajos realizados por el grupo de bordadoras y montó una exposición en el Callejón de la Artesanía, en Santiago. En 2011, en la sede de la embajada chilena en Estados Unidos, Carmen realizó la muestra The Art of Stitching the Ordinary, donde se exhibe la continuidad del trabajo.[/caption]

¿Qué conversó con la señora Carmen ese día?

Ella me preguntó por un maestro, yo le di las indicaciones para llegar. Después nos seguimos viendo y me pidió ayuda para que buscara mujeres que quisieran aprender a bordar. Había aprendido en Estados Unidos en un libro creo, porque ella vivía por allá. Yo le dije que en unos 15 días podría tener un grupo. En esa época ya se estaban formando los centros de madres y hablé con la presidenta de uno para que dejaran que la señora Carmen entrara. Le mandé a decir con un hermano de ella que vivía en Coronel, que ya había conseguido un grupo. Fui bien puntual, nunca le he fallado.

¿Cómo la recibieron?

El sábado que fuimos ya se habían formado 2 grupos de mujeres: uno que se llamaba Triunfo Popular y el otro Rosario Chacón. Cuando llegamos unas dijeron: "¿Qué hace aquí esta momia?". Yo no tenía idea qué era eso. Y la señora Carmen me dijo: "Da lo mismo cómo me digan, lo importante es que aprendan". Ahí empezamos. Partimos 12 mujeres. Tuvimos que buscar un lugar donde juntarnos y fui a hablar con el cura que había aquí, el padre Tarsicio para que me prestara un lugar en la parroquia, pero todo era húmedo y oscuro. Y qué le digo de la municipalidad, éramos tan pobres que no teníamos ni una sala.

¿Y qué hicieron?

Tuvimos suerte porque cuando ella vino estaba el día bonito, con sol, y nos pusimos ahí en la plazoleta que en ese tiempo tenía pastito. Habían unos asientos y pusimos una mesa, para que ella pudiera mostrar lo que íbamos a hacer. La señora Carmen primero nos trajo papel de envolver, unos lápices de esos negros, una goma y unos lápices de cera para pintar el dibujo. Corté el papel en un pedazo como de 35 cm y dibujé la iglesia. Yo soy mala para el dibujo, pero qué me costaba cuadricular la iglesia, si la tenía al frente. Total que se lo mostré, y ella me dijo que estaba bien. Vino varias veces de Santiago.

Y, como a la quinta vez, empezamos a trabajar un bordado. Yo me aprendí las puntadas en un santiamén. Fue como si las hubiera sabido de toda la vida. Entonces les empecé a enseñar a las demás las puntadas básicas del crewel. La señora Carmen se llevó los trabajos, y de ahí hizo una exposición en Santiago en el Callejón de la Artesanía, eso fue como en agosto del año 1971. Fue gente importante por lo que supe como la señora Tencha de Allende. Vendió varios trabajos y los que no se vendieron esa vez se los llevó a Estados Unidos y ahí los vendió todos.

¿Cómo era su bordado?

Hice un árbol, un pastito verde, un gallinero con su gallo, y una niñita que estaba regando con una manguera y con el agua que caía. Tengo el orgullo de decir que el mío fue el mejor vendido, a 400 pesos en esa época. La señora Carmen empezó a mandarnos la plata en cheques-dólares. Acá pocos saben cómo empezamos. Se sienten orgullosos, pero yo he tenido que ingeniármelas para sacar a este grupo adelante.

¿Cómo se sintió cuando empezaron a recibir plata de otros lados del mundo por sus bordados?

Eso nos entusiasmó a todas. Porque cuando la señora Carmen me habló de bordados, yo dije: "¿Ninhue para bordar? No, acá no pega eso". No sabía que ella quería llevárselos para afuera. Ahora yo sé que hay trabajos en varias partes del mundo: en España, Alemania, Inglaterra, Argentina y en Estados Unidos, que es donde hay más.

¿Cómo fue que pasaron del bordado de arpilleras a hacer figuras con volumen?

Esa fue mi creación. En el año 1986. Yo ya llevaba unos años bordando con este grupo, unas siguieron las otras se fueron. Nosotras siempre habíamos bordado nuestro entorno y yo probaba puntadas distintas para lograr que cada cosa quedara bonita. Una noche, como soy tan mala para dormir, me detuve a pensar y dije: "Yo creo que puedo parar una oveja. Pero si la hago con 2 patas a cada lado y la junto, no me va resultar porque me queda con 2 patas no con 4. Tengo que hacerle otra pieza". Al otro día me puse a hacerla en un papel, la corté. Yo le diría que en 40 horas ya había marcado una oveja y la empecé a bordar, me apuré porque al día siguiente venía la señora Carmen y yo quería tenerle una novedad. La hice con lanita gris, no blanca porque no tenía. Cuando estábamos en la reunión se la mostré y pegó un grito de impresión. Las demás bordadoras aprendieron y ahora todas hacemos diferentes animales utilizando mi técnica con distintas puntadas según el pelaje del animal. Las ovejas, por ejemplo, las hacemos con nudo francés.

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En el libro Embroiderers of Ninhue, editado por Texas Tech University Press en 2010, Carmen Benavente Puga cuenta cómo fue su trabajo con el grupo de bordadoras de Ninhue y la riqueza de estas obras, cargadas de simpleza y cotidianidad rural.[/caption]

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