Paula

Lo que aprendimos en cuarentena: Hacer deporte, vestir cómodas, replantearnos nuestras relaciones y la importancia de repartir las tareas domésticas

Woman staring out the window during the coronavirus lockdown. rawpixel.com / McKinsey

Con distintas zonas del país iniciando el camino hacia el desconfinamiento, y con el mundo entero aprendiendo que la nueva normalidad difícilmente será tan normal como lo creíamos a comienzos de año, es imposible no repasar quiénes éramos a mediados de marzo, cuando empezamos a aislarnos, quiénes hemos sido durante la cuarentena y quiénes seremos a partir de todo lo que ha pasado.

Estas reflexiones no solamente abordan lo espiritual o las profundidades del ser, sino que también los distintos aspectos de la vida: vida sana, belleza, maternidad, sexualidad e incluso cocina. Porque aunque parezca que marzo fue hace dos días, lo cierto es que ha pasado mucho tiempo y nos han pasado muchas cosas que inevitablemente nos van a marcar.

Aprendimos qué significa la vida sana

Hasta hace no tanto, cuando hablábamos de cuidarnos, generalmente nos referíamos a mantener un peso “adecuado”, a no engordar y comer lo más sano posible, es decir, con la menor cantidad de calorías. Muchos y muchas veían el deporte como parte una rutina tortuosa, pero necesaria, y ocultaban cosas tan naturales como las canas y las raíces.

Pero descubrimos que cuidarnos tenía más significados, que también es darnos un tiempo para meditar y para agradecer. Cocinar algo rico no porque nos estemos premiando, sino porque teníamos ganas. Preparar una ensalada porque nos gusta su frescura y no porque tenemos que compensar la hamburguesa que comimos anoche.

Aprendimos que si encontramos una disciplina que nos gusta, hacer deporte es una buena forma de desconectarnos, de liberar endorfinas y tener más energía, además de sacarnos de la rutina diaria sin la necesidad de competir con nadie ni demostrar nada.

Comenzaron a crecer las canas, y aunque al principio nos desesperamos porque iba a ser imposible esconderlas en una reunión virtual (¿cómo justificamos estar con sombrero en casa?), descubrimos con el tiempo que es posible cuidarlas en vez de taparlas, para poder lucirlas con tranquilidad, ya sea para siempre o hasta que podamos volver a la peluquería a hacer un retoque.

“Yo me visto para mí y no para los demás”, es una frase que tomó literalidad en los últimos meses, porque realmente nadie fuera de nuestros hogares veía cómo nos vestíamos. Empezamos a comprar pantalones de buzo y leggings, polerones cómodos y zapatos para estar en casa, como esos de estilo Crocs de los que tanto renegamos en el pasado.

Aprovechamos de limpiar los clósets y nos dimos cuenta de la cantidad de ropa que tenemos versus la que realmente usamos. Nos cuestionamos por qué nos compramos ropa que nos aprieta e incomoda, solo porque nos hacen ver bien según los estándares impuestos.

Lo que antes expresábamos a través de la ropa, algunas personas lo aprendieron a expresar usando el maquillaje. Nos dimos cuenta que la vida es demasiado corta y frágil como para no usar los colores que queremos usar solo porque alguna vez nos dijeron que no iban con nuestro tono de piel o el color de nuestros ojos.

Aprendimos cómo es la vida sexoafectiva que queremos tener

Un estudio liderado por la tienda erótica SexPlace demostró que la frecuencia sexual de las parejas estables había disminuido luego de las dos primeras semanas de confinamiento, al mismo tiempo que la venta de juguetes sexuales vivía un boom de ventas. Aunque no es posible generalizar y cuando se habla de sexualidad no se puede negar que cada pareja y cada persona es un mundo, lo cierto es que sí hemos empezando a poner más atención a nosotros mismos y a nuestros propios deseos.

¿Queremos estar con nuestra pareja actual? ¿Queremos separarnos? ¿Queremos tener hijos pese a cómo está el mundo actualmente? ¿Queremos estar solas? Estas preguntas se repiten y dan cuenta de que, por mucho tiempo, nos dedicamos a seguir un status quo, una vida planeada para nosotros y que nos cuesta mucho desapegarnos de ella.

El hecho es que, quienes han puesto atención a su sexualidad y sus deseos en los últimos meses, han podido ir descubriendo qué es lo que realmente quieren y dónde y con quién quieren estar.

También aprendimos que pasar la cuarentena solos no implica necesariamente una baja de libido, y hemos normalizado la masturbación como parte de nuestra vida sexual con nosotros mismos, quitando tabúes y descubriendo qué es lo que queremos en ese aspecto.

Aprendimos a ser familia

Como bien lo dice María José Lacámara en su columna de maternidad, “durante estos meses hemos logrado estar con nuestros seres queridos y por primera vez poner esos vínculos como prioridad”. No ha sido fácil trasladar las oficinas a la mesa del comedor ni las salas de clases a la sala de estar, pero hemos tenido la oportunidad de compartir todo el día con nuestras parejas e hijos, a quienes solo veíamos pocas horas durante el día.

Sí, la irritabilidad y los cambios de ánimo abundan, y todos los integrantes de la familia están viviendo sus propios procesos marcados por el aislamiento, pero la cuarentena también ha sido una oportunidad para conocernos más y aprender a estar con ellos más horas al día de las que estábamos acostumbrados.

Aprendimos a tener paciencia, pero también sobre la importancia de tener rincones donde escondernos, donde pasar tiempo con un libro, meditando o viendo algo en la televisión. Porque aprendimos que el autocuidado también significa poner límites, aunque eso signifique decir que no a nuestros hijos y pareja.

Nos dimos cuenta de que los roles de género no están marcados por quien pasa más tiempo en casa, y que incluso cuando la totalidad de la pareja esté trabajando desde casa, la mayor carga doméstica se la llevan las mujeres. Pero darse cuenta de esto no significa resignarse a la imposibilidad de un futuro mejor, al contrario, significa abrirse al cambio, a exigir cambios.

Vimos que las violaciones, la violencia de género y los femicidios no son temas superados, porque aunque desde que empezó la pandemia las denuncias por violencia intrafamiliar bajaron en relación al año pasado, las llamadas a líneas de ayuda aumentaron un 70%.

Aprendimos y, sin duda, seguimos aprendiendo. Pero para lograr hacer cambios significativos es importante concientizar estos aprendizajes, interiorizarlos, juntar las distintas piezas y así entender, por fin, quiénes somos y quiénes queremos ser después de haber pasado medio año encerrados.

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