Tras cuatro años de restricciones, el ministro de Hacienda de Argentina, Alfonso Prat-Gay, anunció la semana pasada el fin a las trabas al mercado cambiario, conocido como cepo. “La idea es volver a la situación regulatoria en materia cambiara que teníamos antes de noviembre del 2011, importar y exportar libremente, y un tipo de cambio único”, explicó. El mercado cambiario pasó a basarse en un régimen de flotación sucia. “Habrán fluctuaciones, pero habrá un Banco Central (BCRA) con herramientas como para comprar o vender si subió demasiado, porque nos interesa el valor del peso”, detalló también. Lo que vino en los días siguientes fue una devaluación en torno a 30%, bastante menos a la calculada por algunos agentes de mercado. Las autoridades están haciendo un trabajo de joyería, pues no es fácil desbaratar la maraña de seudo políticas públicas del ciclo K que ahogaron al sector privado y, en consecuencia, afectaron la economía de ese país. Ello se unió al levantamiento de las restricciones para las exportaciones del agro. Pero esto recién comienza para el gobierno de Mauricio Macri. Debe moderar la inflación, dar credibilidad a las estadísticas oficiales y restaurar un Banco Central que apenas tiene reservas internacionales, entre otros. El mundo, y las empresas chilenas, miran con atención lo que sucede en un país que promete volver al radar de los inversionistas.