
Es tiempo de partir
"Por mucho tiempo que uno haya ocupado altos cargos, no debe olvidar jamás que la autoridad no le pertenece, es sólo prestada por la ciudadanía, para utilizarla en favor del bien común y no del bien personal o de los grupos o partidos que integra. Dejar mi cargo ahora no es sólo una necesidad personal y familiar, también es una forma de traspasar el poder y la responsabilidad, reafirmando que nunca me sentí su propietario".

El 21 de agosto dejé el cargo de ministro de Hacienda de Chile, que ejercí durante tres años, cinco meses y 10 días. No es fácil ordenar ni resumir las emociones, las reflexiones, los recuerdos y las cifras que marcaron este hito, sobre todo considerando que con ello también habré completado casi diez años continuos en la primera línea de la economía chilena -antes desde el Banco Central-, así como más de 16 años en distintas funciones y etapas en el Ministerio de Hacienda.
Por lo mismo, mi primera reflexión es sobre el poder. Por mucho tiempo que uno haya ocupado altos cargos, no debe olvidar jamás que la autoridad no le pertenece, es sólo prestada por la ciudadanía, para utilizarla en favor del bien común y no del bien personal o de los grupos o partidos que integra. Dejar mi cargo ahora no es sólo una necesidad personal y familiar, también es una forma de traspasar el poder y la responsabilidad, reafirmando que nunca me sentí su propietario.
Desde fines de 2019 la economía chilena y su entorno vivieron grandes turbulencias. En este tiempo, Chile experimentó las mayores alzas y caídas de actividad desde mediados de los 80. La inflación llegó al 14%, el déficit fiscal estructural se empinó hasta 11% del PIB y el déficit de cuenta corriente de balanza de pagos a 10% del PIB. Tres retiros de fondos de pensiones consumieron 20% de los activos del sistema, dos procesos constitucionales fracasaron y los últimos dos gobiernos han enfrentado a duras oposiciones. A nivel global, el mundo experimentó una recesión no vista en un siglo, una pandemia global y una dramática involución de la globalización.
En este desafiante entorno me tocó aplicar medidas inéditas y reformas que parecían imposibles, para estabilizar a la economía, proteger a los chilenos, reducir la incertidumbre y recuperar una senda de crecimiento. Hubo aciertos y errores, logros y frustraciones, momentos de angustia, de alivio y de satisfacción.
En el balance, Chile salió adelante. Hoy la economía se va aproximando a un crecimiento de 3%, la inflación estará dentro de unos meses de vuelta a la meta del Banco Central, la inversión y las exportaciones crecerán este año más que el PIB y pronto veremos cifras más sustantivas de generación de empleo. La Reforma Previsional es una realidad, el ingreso mínimo superó los $500.000 mensuales, los retiros de fondos se detuvieron hace tiempo y Chile enfrenta uno de los aranceles promedio más bajos del mundo para exportar a Estados Unidos.
En lo fiscal, se aprobaron reformas que elevarán los ingresos fiscales en 2,5% del PIB y se redujo la expansión del gasto a un promedio de 2% anual –poco más de un tercio del promedio de la década anterior. Con ello, 2025 cerrará con el menor crecimiento de la deuda en 17 años.
Desde los cargos que he ejercido, he sido testigo de la esperanza de los más pobres; la mezquindad de los intereses corporativos; la generosidad de muchos servidores públicos y la desidia de otros; la creatividad de emprendedores; la sabiduría de los trabajadores; el desaliento, la rabia, la violencia, la anomia; la satisfacción con un proyecto realizado; la arrogancia de los poderosos; las crispaciones políticas y también los grandes momentos de encuentro. Para navegar en medio de estas aguas viajé por todo Chile y traté de escuchar, entender, proponer, dialogar e innovar.
Viví la función pública como un trabajo colectivo, con extraordinarios equipos profesionales, comprometidos con el bien común, y colegas motivados, colaboradores y -la mayor parte del tiempo- comprensivos. Voy a extrañar al Presidente Gabriel Boric, con quien compartimos reflexiones, estrategias y aficiones. Admiro en él su honestidad y curiosidad intelectual, su capacidad para reflexionar, su valentía para actuar y su profundo amor por Chile.
Trabajando de esta manera, creamos en conjunto el Bolsillo Familiar Electrónico, revitalizamos la inversión en seguridad, apoyamos el Plan de Emergencia Habitacional, sinceramos y expandimos el gasto en salud, financiamos la PGU y los beneficios de la reforma previsional; encontramos respuesta a la deuda histórica de los profesores y una alternativa al CAE; enfrentamos variadas contingencias y crisis.
Por supuesto que también hubo caídas. El rechazo a la Reforma Tributaria en 2023 y el incumplimiento de la meta fiscal en 2024 fueron especialmente dolorosas, pero el apoyo de colegas y equipos de trabajo, la porfía y el sentido de responsabilidad, me hicieron seguir adelante, persistir, revisar y corregir. Me alentó especialmente la frase que más me dirigieron en la calle: “¡Aguante ministro!”.
Pero ahora es tiempo de partir. Porque 10 años en la primera línea de la economía o 16 años en el Ministerio de Hacienda son bastantes bajo cualquier métrica, incluida la que aplica a nivel personal y familiar. Los padres muchas veces nos consolamos con el tiempo que pudimos dedicar a nuestros hijos, sin considerar que lo que realmente cuenta es lo que ellos nos necesitaron.
Es también tiempo de partir porque la economía ya recuperó sus equilibrios básicos, entró en una senda de crecimiento y las finanzas públicas están convergiendo a las metas comprometidas. Porque las reformas imposibles ya se están implementando. Porque logré gran parte de lo que vine a hacer. Porque serán otros los que hagan los balances y las evaluaciones.
De mi parte, solo resta decir que me entregué con pasión a esta hermosa tarea, luchando contra múltiples adversarios y escollos. Pido perdón por mis errores y doy las gracias por haber tenido esta extraordinaria oportunidad.
*El autor es ex ministro de Hacienda.
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