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El Mittelstand de Alemania: ¿Un ejemplo para Chile?

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Durante los últimos 20 años, Chile ha experimentado gran crecimiento de su economía, del PIB per cápita y también creció estadísticamente el segmento clase media. Según un estudio de Libertad y Desarrollo, este grupo aumentó de 43,2% a 65,4% entre 2006 y 2017. En estas mismas fechas, las personas en situación de pobreza disminuyeron de un 29% al 9%. Al mismo tiempo, aumentó la creación de microempresas, pymes y negocios familiares.

Esto lleva a pensar que la clase media chilena se ha consolidado y desarrollado. Sin embargo, esta clase media no se ha desarrollado como debiera. El aumento de la riqueza chilena se ha mantenido en un grupo reducido de la población, que administra las grandes empresas, empresas que a su vez representan el 75,8% del total de las ventas en el país. El modelo económico no compartió el ascenso con las pymes, dándoles espacio para convertirse en empresas sólidas y de mayor tamaño. Esta es una de las grandes críticas que se le hace al modelo de economía neoliberal liderado por los conocidos Chicago Boys en los años 80.

En el marco de este análisis, surge la necesidad de darles más fuerza a las empresas de tamaño mediano para convertirse en un motor diversificador de la economía chilena. Empresas que sean autovalentes, que puedan innovar y dar empleo especializado, y así vender y exportar sus productos, posicionándose en el mercado internacional. Estas empresas generalmente son manejadas por sus dueños y administradas por profesionales, y pueden dar empleo con énfasis en la productividad a un porcentaje más importante de personas, desarrollando productos de mayor valor agregado y con visión de largo plazo.

Este tipo de empresas se asemejan en sus conceptos al Mittelstand alemán. Allá ellas son consideradas la columna vertebral de la economía. Más del 95% de las empresas alemanas pertenecen a este grupo de empresas medianas, que considera pequeños e innovadores productores de software, actividades de ingeniería industrial, repuestos y construcción de maquinarias de uso doméstico, entre muchas más. En ellas trabajan entre 200 y 500 empleados por empresa, que representan cerca del 60% de los empleos en ese país, invierten fuertemente en I+D y pueden generar el valor agregado que tanto identifica al producto alemán. Sus ingresos se mueven entre aproximadamente US$20 y US$500 millones por año. En Alemania, tanto a nivel federal como estatal, los ministerios asesoran a estas empresas, les ayudan con la organización general, y les entregan préstamos de inversión, para que se desarrollen, sea de forma directa o vía bancos.

Estas empresas son en su mayoría empresas familiares, con una administración o una gerencia profesional que se hace cargo de la ejecución de los negocios, desarrollos e inversiones, y cuentan con una mirada y planes a largo plazo. Mantienen altos niveles de productividad y son fuente de innovación y tecnología, para lo que invierten grandes montos en I+D, lo cual les permite mantenerse vigentes, renovarse y avanzar en sus procesos y transformaciones productivas y eficaces. Para ellos, es de vital importancia generar fuertes lazos tanto con sus clientes, empleados -que generalmente tienen una muy baja rotación-, como con la comunidad donde están insertos, implicándose como promotores de cultura, deporte y formación. Ocupan nichos y se van hiperespecializando en ellos, independientemente de las regiones donde estén, generando así nuevos empleos cualificados para desarrollarse en distintos ámbitos.

Volviendo a Chile, de acuerdo al Ministerio de Economía, de las más de 300 mil empresas constituidas en Chile, un 52% son pymes. Las pequeñas venden productos o servicios por valores de entre UF 2.400 y UF 25 mil UF (tope US$ 1 millón), mientras que las medianas venden entre UF 25 mil y UF 100 mil (aprox. US$ 1 a 5 millones). Lo que Chile necesita ahora, y de forma urgente para poder seguir desarrollándose de forma más integral y diversa, es fomentar a las empresas de tamaño mediano, que venden generalmente entre US$ 10 y 100 millones por año. Y lograr que las pequeñas se conviertan en medianas.

Necesitamos empresas medianas que nazcan y que sean dirigidas por la clase media, que potencien el mercado chileno y sean nuestro motor de la economía. Debemos repensar la estructura de nuestras empresas para que inviertan más en I+D, generen así más valor agregado a sus productos, haya más especialización empresarial, y el trabajo hacia y con las comunidades crezca, apoyándonos para forjar juntos este nuevo comienzo. Empresas que cuenten con el apoyo del Estado y sus políticas públicas, inversores que se proyecten a largo plazo y bancos que hagan posible el desarrollo de esta actividad.

En diez o quince años, cuando recordemos este estallido social, espero que lo veamos como el momento que nos impulsó al cambio y que sentó las bases para construir ese Chile más inclusivo, diverso y justo. Pero también de un Chile más innovador, para crear empresas sólidas con productos de valor agregado, y administrados por la clase media. Para eso, sería bueno que todos nos hiciéramos ahora la pregunta: ¿Cuál es mi aporte a la construcción de este país más sostenible?

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