¿Pero por qué un profesor?
SEÑOR DIRECTOR:
Es lo que se preguntaba el periodista de un noticiero matinal mientras se informaba que en el Instituto Nacional Barros Arana, un grupo de encapuchados roció con bencina a un docente. Han existido hechos de violencia escolar antes, pero nunca había visto un ataque así.
Mientras el país invierte en perfeccionamiento, carrera docente y nuevas oportunidades para estudiantes, la evidencia reciente advierte que la profesión enfrenta un riesgo silencioso: el abandono. Estrés, falta de apoyo institucional, agotamiento emocional y tensiones en la gestión del aula llevan a muchos profesores a cuestionar su permanencia. Proteger a quienes ya ejercen es tan urgente como atraer nuevos talentos.
El Consejo de Decanos de Educación de Universidades Privadas ha insistido en la necesidad de salvaguardar la profesión docente, compatibilizando altos estándares con condiciones reales de ejercicio y formación. Sin ese cuidado, cualquier reforma pierde sustento: la docencia se sostiene en personas, no en decretos.
Tras el ataque, hubo declaraciones de autoridades, acciones legales y diagnósticos sobre la violencia escolar. Pero el propio profesor pidió no dejar el colegio y seguir trabajando “por recuperar el INBA”. Deudas, carencias y desvalorización han marcado a la docencia. Y me pregunto: ¿por qué el único que parece preocupado genuinamente por recuperar este símbolo de la educación pública es quien fue rociado con bencina? ¿Por qué un profesor?
David Santibáñez Gómez
Profesor universitario y formador de docentes
Universidad Finis Terrae
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