Reforma política

SEÑOR DIRECTOR:
La reforma al sistema político avanza a paso firme, y eso debiera alegrarnos como país.
Aunque en los próximos meses elijamos a un buen gobierno, este puede devenir en estéril si tiene como contraparte a un Congreso fragmentado y de nichos atrincherados. Por eso, que el Senado haya aprobado por amplia mayoría una propuesta que reduce esa fragmentación y eleva los costos del transfuguismo (esto es, pasarse de un partido a otro), nos pone en un piso común para mejorar el nivel de la política y la efectividad del procesamiento de las demandas ciudadanas.
Pero la verdadera prueba se vivirá en la Cámara de Diputados. Ahí, el oficialismo y los incumbentes tienen más que perder y más poder para frenar. En esta instancia sabremos si el respaldo del Ejecutivo a la reforma fue por convicción o una fórmula para engalanar la Cuenta Pública. Para confirmar esto último, el gobierno deberá ordenar a su coalición y tomar decisiones que incomodan a quienes se benefician del statu quo. Sino, el sistema seguirá girando en torno a partidos de bolsillo y candidaturas personales.
Esta reforma no es perfecta. “Ninguna obra tal ha salido hasta ahora de las manos del ser humano”, dijo Andrés Bello 180 años atrás. Pero sienta un punto de partida para discutir reformas futuras (regulación del funcionamiento de bancadas, mecanismos de colaboración entre poderes, o revisión del diseño distrital). Ese es su mérito: abrir un camino institucional para seguir corrigiendo distorsiones.
En política, avanzar de a poco hacia algo bueno -con rigor técnico, mentalidad reformista y perspectiva de largo plazo- es más valioso que seguir esperando el momento ideal de manera parapetada, el cual (todos sabemos) nunca llegará.
Esperemos que esta vez prime la responsabilidad por sobre el cálculo.
Cristián Stewart
Director ejecutivo IdeaPaís
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