Dominga Sotomayor y su cortometraje en pandemia: “Cada vez que hago una película es una captura de un estado emocional”

dominga sotomayor

La directora chilena alista el estreno de su primer proyecto norteamericano –una película colectiva filmada en 2020 junto a grandes autores del cine mundial–, y en los próximos meses se instalará temporalmente en EE.UU. por sus obligaciones como docente en Harvard. También continúa liderando el Centro de Cine y Creación, que irrumpió como una de las entidades locales más activas en formato digital en el último año. “Tiene que ser más que pasar películas”, define sobre el futuro físico del espacio.


En la órbita internacional del cine y las series nunca es sólo una razón la que impulsa que se cierre un acuerdo. Pero si fuera necesario simplificar, el salto de la cineasta chilena Marcela Said a dirigir la segunda temporada de Narcos: México se gatilló por lo mucho que le gustó al productor Eric Newman su película Los perros. Lo mismo con Sebastián Lelio: la posibilidad de realizar su primera cinta en inglés, Desobediencia (2017), se facilitó por lo hechizada que quedó la actriz y productora Rachel Weisz con Gloria (2013).

Dominga Sotomayor, por su parte, concede que su primer proyecto en Estados Unidos se explica en buena medida por el impacto que generó su filme Tarde para morir joven (2018) en Animal Kingdom, compañía norteamericana detrás de títulos como It follows (2014) y The dead don’t die (2019), de Jim Jarmusch. Esa firma, en alianza con Neon –que estrenó Parasite en EE.UU.– , convocó en 2020 a la directora chilena a particular en una película colectiva realizada en pandemia, The year of the everlasting storm (El año de la tormenta eterna), que se estrenará en los próximos meses.

Previamente, la cineasta había trabajado en historias compartidas, ya sea el premiado cortometraje La isla (2013), filmado junto a la directora polaca Katarzyna Klimkiewicz, o el intercambio visual de cartas que hizo con la española Carla Simón, Correspondencia (2020). Pero esta fue la ocasión en que ha trabajado de manera más autónoma. “Fue súper libre, yo hice lo que hice, me costaría seguir muchas reglas”, indica la realizadora de De jueves a domingo (2012).

“Para mí lo bonito de la invitación era que era súper poco ambiciosa, consistía en un ‘hazlo con lo que tengas a mano en Chile, hoy, con las restricciones que estás viviendo”, agrega Sotomayor, sometida al mismo ejercicio que otros seis cineastas internacionales. De ellos, sólo el reputado director iraní Jafar Panahi (Taxi) estaba implicado en el momento que la llamaron. El resto se unió mientras ella ya estaba inmersa en el proceso, desde los estadounidenses Laura Poitras y David Lowery hasta el celebrado director tailandés Apichatpong Weerasethakul.

Aunque no puede detallar la trama de su cortometraje, señala que rodó su segmento en julio, en pleno confinamiento y ciñéndose a trabajar con lo mínimo. “Para mí es un documento de un momento. Cada vez que hago una película es una captura de un estado emocional en el que yo estaba, en el que estaban las personas con las que colaboré. Correspondencia termina siendo un documento sobre el estallido y este otro corto lo es de la pandemia”.

-Mientras realizaba su corto, ¿conversó con algún otro director que durante la pandemia haya realizado un proyecto similar?

Sé que el Seba Lelio hizo algo así, no le pregunté en detalle cómo fue su experiencia, pero ha habido varios proyectos así. Encuentro que ha sido bonito volver a lo básico, cada uno haciendo su propia cámara, filmando en su casa. Me ha recordado un poco a los tiempos de la escuela de cine. Después de Correspondencia empecé a ver otras correspondencias entre cineastas.

Sotomayor cuenta que la realización de su corto en cuarentena luego adquirió más sentido con otra experiencia: cuando a partir de agosto empezó su labor de un año como docente invitada de la Universidad de Harvard, en el Departamento de Arte, Cine y Estudios Visuales. Allí, entre sus labores, fue profesora de un curso de cine latinoamericano y chileno, y guió tres proyectos de tesis, en este caso, cortos realizados en la era del Covid. “En un curso un estudiante dirigió a su papá y hermano, otra trabajó con su mamá. Me sentía en un proceso parecido a lo que yo les estaba pidiendo a los estudiantes”, apunta.

Mientras para agosto planifica un viaje a Boston, Estados Unidos, donde residirá mientras complete un segundo año académico en Harvard, la directora sigue ejerciendo como presidenta de la fundación CCC, el Centro de Cine y Creación, el espacio que nació bajo la idea de volver a juntar a los espectadores alrededor de la gran pantalla y que durante el confinamiento ha organizado una serie de actividades virtuales. También, en paralelo, termina de escribir el largometraje que sucederá a Tarde para morir joven, una historia que se transformaría en su primera cinta filmada en el extranjero.

-Durante la pandemia en Chile prácticamente no ha habido salas de cine abiertas, mientras las plataformas de streaming se han asentado y siguen multiplicándose. ¿Mira ese escenario con cierta preocupación?

Justamente cuando empezamos con el proyecto de CCC dijimos, ‘cómo hacer de nuevo atractivo ir al cine’. Podemos ver cine en Netflix, en la tele. Cómo volvemos atractivo que la gente quiera ver colectivamente una película, que yo creo que es algo muy impactante, difícil y diferente. Y ahora yo creo que nos acostumbramos incluso más a no salir de las casas, las plataformas funcionan mejor, hay más variedad, hay más tecnología, la gente ya se equipó. Entonces el desafío es más grande todavía. Hemos hablado sobre cuál va a ser la promesa de salir de tu casa. A mí me motiva un montón. Yo creo que CCC va a ser un lugar de encuentro y tiene que ser más que pasar películas. Tiene que ser un lugar de cine al aire libre, en que puedas ir a encontrarte de nuevo con la gente con seguridad, porque hay harto espacio en el patio, tomarte un café. Pero también es loco, porque empezamos a trabajar en contra nuestro. Nosotros decíamos querer un lugar de encuentro físico y terminamos generando un encuentro en plataformas, haciendo Zoom, retrospectivas por Vimeo, conversaciones con directores por Instagram. Creo que ayudó este tiempo para que CCC se hiciera más conocido. Se siente como un lugar de encuentro al menos en el mundo del cine, estamos tratando de llegar a públicos más amplios.

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