Terror en Lo Cañas: libro rememora la matanza al sur de Santiago

Enrique Lynch del Solar, La Matanza de Lo Cañas, 1891, Biblioteca Nacional de Chile.

En agosto de 1891 se produjo uno de los hitos más recordados de la Guerra Civil, la matanza de Lo Cañas, en la actual La Florida. El reciente trabajo de los historiadores Carmen Mc Evoy y Gabriel Cid, publicado por Taurus, aborda ese episodio como uno de los hechos tristemente célebres de la violencia política post guerra del Pacífico.


Era tal el nivel de descomposición de los cadáveres que a los familiares se les hacía imposible reconocer a sus deudos, estaban calcinados y deformes. Algunos, simplemente fueron enterrados en fosas comunes. La mayoría de los cuerpos fueron llevados en cinco carretones desde los faldeos cordilleranos a la capital en un triste peregrinaje.

Los hechos ocurrieron durante la noche cerrada del 19 de agosto de 1891, en el fundo Lo Cañas, propiedad del conspicuo político conservador y líder del Comité Revolucionario de Santiago, Carlos Walker Martínez. El ambiente estaba caldeado. El gobierno de José Manuel Balmaceda había prohibido andar en carruaje a partir de ese mes, y a contar de las 6 de la tarde ya no estaba permitido andar a pie por las calles de Santiago. La guerra civil estaba en una fase crucial.

Los tristes hechos ocurridos en Lo Cañas acaban de ser revisitados por la dupla de historiadores conformada por Carmen Mc Evoy y Gabriel Cid. Ambos acaban de publicar Terror en Lo Cañas: violencia política tras la Guerra del Pacífico, vía Editorial Taurus.

¿Por qué se encontraban ahí? Cid responde: “La estrategia bélica establecida por el Comité Revolucionario de Santiago era cortar las comunicaciones entre el centro y el sur del país, de manera de dificultar la movilización de las tropas balmacedistas, en la inminencia del desembarco de las fuerzas congresistas en el teatro de operaciones del centro del país”.

“Dado que el sistema ferroviario era clave en las comunicaciones del gobierno —pues la supremacía marítima era del Congreso— este tipo de maniobras de sabotaje era clave. Por eso la tarea crucial de los montoneros caídos en lo Cañas era volar puentes estratégicos, como el de Maipo y Angostura”, agrega Cid.

El historiador Gabriel Cid.

Para la labor de sabotaje de puentes, el sitio de Lo Cañas era ideal. “Respondía a varias consideraciones –señala Cid–. En primer término, el lugar estaba alejado de la capital y era de difícil acceso, pues la precordillera santiaguina y el bosque de Panul se prestaban para este tipo de operaciones encubiertas. Además, se contaba con los recursos de la hacienda”.

Hoy, el lugar está ubicado en la comuna de La Florida, en la precordillera, al final de la avenida Rojas Magallanes. “Los hechos ocurrieron tanto en el fundo de Lo Cañas como en el bosque de Panul, actualmente el único bosque nativo de la capital, de tipo esclerófilo”, señala Cid.

El grupo estaba compuesto por jóvenes de familias acomodadas, pero también por artesanos y campesinos. Aunque nadie sabía muy bien qué hacer, por lo que su organización fue deficiente, y no contaban con gran armamento.

Fueron sorprendidos por una avanzada del Ejército compuesta por 90 hombres de caballería, 40 de infantería más baqueanos, policía rural y secreta. A la cabeza estaba el comandante Alejo San Martín, un veterano de la guerra del Pacífico. “Fuego, descuartizar a los futres canallas”, gritó el oficial.

Lo que ocurrió después, fue digno de Los juegos del hambre o El juego del calamar. “En el bosque de Panul se produjo una verdadera cacería humana de los soldados balmacedistas contra los montoneros congresistas, quienes intentaron ocultarse y darse a la fuga entre los árboles”, cuenta Cid. A quienes eran capturados se les sometió a torturas –que incluyeron mutilaciones, según se señala en el libro–, y posteriormente fusilamientos despojo de pertenencias y posteriormente quema de los cadáveres. Incluyendo a quienes se encontraban todavía agonizantes.

Pero eso no fue todo. El fuego alcanzó otras proporciones. “La tragedia humana de Lo Cañas fue también una tragedia ecológica: el incendio de las instalaciones del fundo de Walker Martínez alcanzó pronto al bosque, que ardió por un par de días”, relata Gabriel Cid.

Juan Valiente. La matanza de Lo Cañas, 1892. Archivo Central Andrés Bello.

Banalización de la violencia y una masacre sin culpables

¿Por qué creen que se llegó a ese extremo de violencia? Carmen Mc Evoy señala: “Para nosotros, la matanza de Lo Cañas es un acontecimiento inédito en la Historia de Chile que solo puede comprenderse a la luz de una serie de procesos históricos mayores, como la banalización de la violencia, la deshumanización del otro y la socialización de prácticas de guerra en una generación que ya había combatido en la Araucanía y en el Perú. Eso es lo que distingue a la violencia política extrema de la guerra civil de 1891 —con Lo Cañas como caso paradigmático— de los conflictos anteriores”.

“No solo la masacre se enmarca en una guerra particularmente sangrienta, sino que también es el punto cúlmine de una trayectoria de violencia que van desmoronando los límites morales que allanan el camino hacia sucesos traumáticos como este”, agrega Mc Evoy.

La historiadora Carmen McEvoy.

Por supuesto, tras los hechos, y la posterior derrota balmacedista, la responsabilidad de la masacre quedó huérfana. “Uno de los grandes problemas en la atribución de las responsabilidades de la matanza de Lo Cañas reside en que cada uno de los implicados —el Presidente Balmaceda, el general Orozimbo Barbosa, y San Martín— se atribuyeron recíprocamente las culpas, asignándoselas al otro”, señala Mc Evoy.

Como unas sillas musicales políticas, los mandos se tiraban la pelota. “Para Balmaceda, los excesos se debieron a sus subordinados; San Martín se escudó en su confesión aduciendo el apego a la cadena de mando —'yo solo obedecía órdenes’— mientras que el hijo de Barbosa, en sus memorias, afirma que su padre intercedió por los montoneros y que la responsabilidad sería de sus subalternos”, explica Mc Evoy.

¿Cuál es la apreciación de los historiadores? Carmen Mc Evoy no duda: “Los expedientes judiciales que contienen las declaraciones de los sobrevivientes a la masacre coinciden en sindicar a San Martín, veterano de la Guerra del Pacífico, como el principal responsable de los horrores en los que terminó el ajusticiamiento a los montoneros en Lo Cañas”.

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