El volcán que cambió al mundo

<font face="tahoma, arial, helvetica, sans-serif"><span style="font-size: 12px;">La reciente erupción del volcán Villarrica produjo alarma en la zona, pero su potencia e impacto palidecen ante la detonación del Monte Tambora en abril de 1815. Este volcán de Indonesia desató la mayor erupción registrada hasta ahora, mató a más de 100 mil personas y alteró por años al planeta. Hoy es considerado un ejemplo vívido de los efectos que puede tener el deterioro drástico del clima en la sociedad.</span></font>




Poco antes del amanecer del cinco de abril de 1815, Thomas Stamford Raffles, gobernador británico de la isla de Java -actual Indonesia-, escuchó potentes explosiones y salió rápidamente de su casa para organizar el despliegue de tropas. Su gran temor era que los franceses y sus aliados holandeses estuvieran lanzando un ataque con cañones para recuperar este territorio que habían perdido cuatro años antes durante una feroz invasión inglesa. Otras autoridades locales apostadas en la costa pensaron que los estallidos eran señales de auxilio de barcos en alta mar y lanzaron botes a buscar supervivientes.

Sin embargo, los británicos no encontraron ni invasores ni rastros de naufragio. El origen de la alarma estaba a 1.287 kilómetros de Java, en la actual isla indonesia de Sumbawa. El culpable era el Monte Tambora, volcán que hoy sigue activo y que a comienzos de abril de 1815 empezaba a despertar. El día 10 de ese mes estalló definitivamente, generando la mayor erupción registrada hasta ahora por el hombre, tanto por las muertes como por el material liberado y la devastación que causó por casi tres años. El fenómeno, que duró tres días, fue tan poderoso que se escuchó a más de dos mil kilómetros y mató instantáneamente a 12 mil personas que vivían en las laderas del volcán.

Hubo tsunamis y las cenizas y la lava que liberó Tambora arruinaron los cultivos agrícolas y envenenaron los ríos y costas de Sumbawa y otras islas. No había verduras, frutas, animales ni peces para comer. Como resultado, otras 90 mil personas murieron de hambre bajo un cielo que incluso en el día permanecía a oscuras. Para poner en perspectiva la catástrofe, basta decir que Tambora emitió casi 160 kilómetros cúbicos de cenizas, piedra pómez y  otros materiales, mientras que la erupción del volcán Chaitén, ocurrida el 2008 en la X Región de Chile, produjo 0,5 kilómetros cúbicos.

Para medir estos eventos, los geólogos usan el “índice de explosividad volcánica”, una escala que va de cero a ocho y considera la cantidad de cenizas y otros elementos que los volcanes liberan a la atmósfera. Los análisis recientes colocan al Tambora en nivel 7, por lo que su detonación fue casi mil veces más poderosa que la del volcán islandés Eyjafjallajökull -que provocó el caos de los vuelos transatlánticos en 2010- y 10 veces más devastadora que la del Krakatoa. Este también se ubica en Indonesia y es considerado como el volcán más famoso de la historia por su erupción de 1883, que generó olas gigantes de hasta 40 metros que fueron descritas por la prensa de todo el mundo.

Haraldur Sigurdsson, vulcanólogo de la Universidad de Rhode Island que ha pasado años estudiando a Tambora, indica que la erupción de 1815 no es tan conocida pese a que la ceniza acumulada en la atmósfera hizo descender la temperatura global en casi 3° C y causó desde desastres climáticos hasta epidemias e incluso cambios políticos. “La detonación del Krakatoa ocurrió una semana después de que se implementara el telégrafo y así se convirtió en la mayor noticia del momento. Cuando el Tambora hizo erupción no existía un sistema de comunicaciones, excepto las cartas que llegarían a Londres o Nueva York seis semanas después de la catástrofe”, explicó en una entrevista con NPR.org.

Impacto mundial

Gillen D’Arcy Wood, profesor de inglés de la Universidad de Illinois en Urbana-Champaign,  ha recopilado por años evidencias científicas e históricas de la erupción de 1815. Su interés surgió tras asistir a una clase de climatología donde Tambora se mencionaba una y otra vez como el gran desastre ecológico de inicios del siglo XIX. El autor del libro Tambora: la erupción que cambió al mundo, cuenta que hay otra razón por la que el volcán pasó inadvertido: el desastre ocurrió algunas semanas antes de la Batalla de Waterloo donde Napoleón cayó derrotado. Esa fue “la mayor noticia del siglo” y opacó todas las informaciones del desastre que, debido al desfase en las comunicaciones, llegaron a Occidente casi al mismo tiempo que la caída francesa.

Aunque los vulcanólogos siempre sospecharon el impacto del evento en Tambora, D’Arcy Wood explica que éste no se comprendió cabalmente hasta la década de 1970, cuando se desarrolló el análisis de núcleos de hielo. Se trata de muestras cilíndricas que se extraen en terrenos congelados y permiten estudiar la composición del hielo acumulado durante cientos o miles de años, tal como si fueran los anillos de un árbol. “Una porción de los millones de toneladas de ceniza volcánica que llegaron a la estratosfera eventualmente se depositó en los polos, dejando una huella de diversos elementos en el hielo. Su estudio entregó las primeras pistas de que el impacto climático de Tambora fue mundial”, afirma el autor.

La enorme nube de material expulsado por Tambora -cuyo volumen hoy se calcula en casi 400 millones de toneladas- reaccionó con el vapor de agua de la atmósfera y generó pequeñas gotas de ácido sulfúrico. Estas quedaron suspendidas en la atmósfera y crearon una especie de espejo que repelía el sol y redujo el calor que llegaba a la superficie. Precisamente, núcleos de hielo obtenidos en Groenlandia mostraron una inusual concentración de azufre y otros materiales en una capa correspondiente a 1816.

Esos 12 meses se conocen como el “año sin verano”, el evento climático más famoso del siglo XIX. Por ejemplo, cuando Estados Unidos estaba a punto de iniciar su verano, el clima se revirtió y las heladas arruinaron los cultivos desde Nueva Inglaterra hasta Virginia. En ese estado el fenómeno fue tan intenso que incluso durante la festividad del 4 de julio cayó nieve y los depósitos de agua se congelaron.

En Europa, las precipitaciones durante el verano fueron mucho más intensas y en Irlanda llovió sin parar por dos meses. Cosechas esenciales como las papas se perdieron y se desató la hambruna, la cual fue seguida por un brote de tifus que mató a miles y que azotó durante dos años al Reino Unido.  El historiador inglés John D. Post escribió que era la más “grandiosa crisis de subsistencia del mundo occidental”. El año siguiente no fue mucho mejor, y en Alemania 1817 fue conocido como el “año de los mendigos”, y en Suiza las muertes superaron a los nacimientos.

“Como reacción a esta crisis hubo revueltas y rebeliones. También hay evidencia de que la escala de la catástrofe hizo que por primera vez los políticos europeos consideraran la ayuda humanitaria como una prioridad gubernamental”, explica D’Arcy Wood. Pero eso no fue todo: los gases del Tambora alteraron el monzón que llega cada año a la India y que trae vientos cargados de lluvias. La sequía inicial devastó los cultivos y las posteriores inundaciones originaron una nueva cepa del cólera, mal que hasta entonces era endémico de la bahía de Bengal, pero cuya estructura genética demostró ser muy adaptable a los cambios en el ambiente. No hubo forma de parar esta nueva variante, que se esparció por Asia y por el mundo como la primera pandemia de cólera de la historia. A fines del siglo XIX millones habían muerto.

D’Arcy Wood afirma que tal como la peste negra definió el siglo XIV, el cólera moldeó el siglo XIX. Incluso, agrega,  muchos de los avances de la medicina moderna se originaron en la batalla contra esta enfermedad en la era victoriana. De hecho, en 1854 el médico inglés John Snow descubrió que la causa del brote en Londres se debía al agua contaminada por aguas servidas, estudio que fue clave para la historia de la salud pública y la epidemiología.

Según los expertos, todo esto convierte a Tambora en el más reciente y vívido ejemplo de los efectos que puede tener el deterioro drástico del clima en la agricultura y la sociedad. “Países de todo el globo sufrieron hambrunas, cientos de miles de personas se convirtieron en refugiados y el tifus y el cólera arrasaron con el mundo. Todo por una catástrofe climática de corto plazo cuyo impacto duró unos tres años. Hoy enfrentamos un deterioro con un final abierto, en un planeta con siete mil millones de personas. Tambora muestra cuán vulnerables somos”, afirma D’Arcy Wood.

Pero el legado del volcán no fue totalmente siniestro. Durante el frío 1816, Lord Byron, Percy Bysshe Shelley, su futura esposa Mary y otros amigos vacacionaban en Suiza. Durante una fuerte tormenta que se desató en pleno junio, este grupo se reunió a leer historias de fantasmas. Byron creó su poema Oscuridad, en el cual el sol se extingue, John Polidori concibió el clásico gótico El vampiro y Mary empezó a escribir su famosa novela Frankenstein. Según sus propias palabras, esos días fueron muy inspiradores porque fueron “helados y lluviosos”.

Otro aporte de Tambora se reveló en las excavaciones realizadas en el lugar por Sigurdsson, quien halló artefactos y restos humanos carbonizados pertenecientes a una civilización que hoy se conoce como la “Pompeya de Oriente”. “El cráter tiene seis kilómetros de ancho y uno de profundidad. Tiene su propio ecosistema e incluso lagos. Muy pocos científicos han llegado al fondo para estudiarlo, pero es monitoreado constantemente. Debido a que 1815 es muy reciente en términos geológicos, los expertos hoy están más preocupados por los otros volcanes de la región”, afirma D’Arcy Wood.

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