Editorial

Conflicto Irán-Israel y los riesgos de una acción unilateral

El predominio de la lógica del más fuerte en desmedro de los principios del derecho internacional, lejos de garantizar una mayor seguridad mundial, termina acrecentando la inestabilidad y poniendo en jaque el ya debilitado orden mundial nacido en 1945.

Conflicto Irán-Israel y los riesgos de una acción unilateral (Photo by Menahem Kahana / AFP) MENAHEM KAHANA

Tras el fin de la Segunda Guerra Mundial, con el objetivo de evitar que el mundo volviera a repetir el drama de un conflicto global que dejó más de 70 millones de muertos y afectó de una u otra manera a todo el planeta ya sea humana, económica o políticamente, la comunidad internacional decidió construir una nueva gobernanza mundial. No solo nació la ONU sino que también se consolidó el derecho internacional sobre la base del principio de la no intervención y el respeto a la soberanía nacional de todos los países del orbe. Ninguna nación por poderosa que fuera podía recurrir a la fuerza para invadir y tomar el control de otra. Las controversias podían y debían resolverse en espacios de diálogo. El multilateralismo, como la vía para que los estados pequeños pudieran defender sus intereses, se convirtió en uno de los ejes centrales de este nuevo orden.

Todo ello, sin embargo, ha comenzado a desmoronarse en los últimos años. La invasión de Rusia a Ucrania en 2022 y ocho años antes, la ocupación de Crimea, fueron las primeras y dramáticas evidencias de que algunos países ya no estaban dispuestos a respetar los principios del derecho internacional acordado por la comunidad de naciones. Es cierto que en las décadas trascurridas desde el fin de la Segunda Guerra Mundial en no pocas ocasiones algunas naciones violaron las normas de convivencia acordadas luego de ese conflicto, pero en la gran mayoría de esos casos las instancias multilaterales siguieron operando y condenaron con dureza esos episodios, aplicando en muchos casos sanciones internacionales o acordando intervenciones militares bajo el auspicio de la ONU. Sucedió, por ejemplo, en 1990 tras la ocupación iraquí de Kuwait.

En el último tiempo, sin embargo, la propia gobernanza mundial ha entrado en crisis, en parte importante porque el país que lideró su construcción, Estados Unidos, no parece dispuesto a seguir sosteniendo esa estructura y ha cuestionado su funcionamiento. Las viejas alianzas se han agrietado y los principios que inspiraron ese orden mundial se han puesto en duda. El ataque de Israel a Irán, que acrecentó la inestabilidad no solo en la zona, sino en todo el planeta, vino a confirmar que las viejas lógicas que ordenaron al mundo desde 1945 se han resquebrajado peligrosamente. Entramos, como señaló el editor internacional del periódico británico The Observer, en “una era de impunidad”, donde se ha impuesto la ley del más fuerte por sobre el diálogo y la negociación, reviviendo lógicas más propias del siglo XIX o del mundo anterior a la Primera Guerra Mundial.

Más allá de los riesgos que representa el programa nuclear iraní tanto para Israel como para el resto de la comunidad internacional -y que en su momento motivaron sanciones a Teherán por no adscribirse a los controles regulares de la Organización Internacional de Energía Atómica-, la solución no pasa por actos unilaterales sino por el fortalecimiento de los espacios de diálogo multilateral. Estos contemplan también eventuales acciones militares -como sucedió en Irak- pero bajo el auspicio y tras el acuerdo de la comunidad internacional. Actuar al margen de ello, no solo favorece que países que han cuestionado las normas internacionales, como es el caso del propio Irán, no se sientan a futuro compelidos a cumplirlas, sino que también debilita todo el entramado internacional, afectando especialmente a los estados pequeños que necesitan del multilateralismo.

Más allá de que la llamada operación Rising Lion, que lanzó Israel contra el régimen teocrático de Irán, tenga éxito y logre eliminar el programa nuclear que lleva a cabo ese país -para lo cual es clave la colaboración militar de Estados Unidos-, la estabilidad futura de la zona dista de estar asegurada. Acciones militares pasadas de Israel, más allá de su éxito en el terreno, no han garantizado una mayor seguridad para su población, por ello nada asegura que este caso sea distinto. El camino más efectivo para hacer frente a amenazas como las planteadas por Irán, y que aseguren una solución duradera, es la diplomacia y el reforzamiento de las instancias multilaterales. Un eventual colapso del régimen iraní, además, podría generar un vacío de poder en el país, que lejos de garantizar una mayor seguridad, termine acrecentando la inestabilidad en la región.

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