El fin público de la franja electoral televisiva
Es razonable pensar que estos espacios deben cumplir con objetivos básicos, como no perder ante todo su carácter informativo, evitar la injuria de personas o ser utilizados para favorecer intereses personales.

En los próximos días concluirá la franja electoral emitida por televisión abierta -espacio gratuito para partidos y candidatos que está consagrado en la ley electoral-, y en atención al tipo de contenidos que hasta aquí se han exhibido quedan sensaciones encontradas sobre si se han cumplido con los objetivos que persiguen espacios como estos.
Aunque hoy en día gracias a las nuevas tecnologías existen múltiples vías para que la ciudadanía pueda conocer a las candidaturas y sus principales propuestas, la existencia de una franja televisiva obligatoria sigue siendo un piso para asegurar cierta equidad básica en las elecciones, de modo que la capacidad de influir en los electores no quede únicamente condicionada a las capacidades económicas de los contendores. En tal sentido, la franja -que desde luego para los canales de TV representa un costo económico importante que deben absorber sin ningún tipo de compensación- desempeña un rol de bien público.
Diversos estudios muestran que el rating de la franja ha venido disminuyendo en los últimos años, pero aun así sigue mostrando niveles de audiencia interesantes -en todos los estratos socioeconómicos, con mayor prevalencia en sectores vulnerables, y más consumida en la población sobre 55 años-, demostrando que la televisión sigue siendo el medio más efectivo para abarcar a la mayor parte de la población.
También se ha podido advertir que, si bien la población valora la existencia de una franja gratuita, también es crítica en cuanto a sus contenidos, y es este justamente uno de los puntos donde debería prestarse más atención. Así, por ejemplo, al observar la presente campaña, se advierte que parte de la franja del candidato Marco Enríquez-Ominami ha sido utilizada para denunciar lo que estima fue una persecución política de fiscales y periodistas en su contra a propósito del caso SQM, algo que resulta abusivo, pues el resto de quienes enfrentan procesos judiciales no cuentan con un espacio en televisión para tratar de limpiar su imagen; también utilizó contenidos muy realistas generados con Inteligencia Artificial (IA) para criticar a figuras políticas o periodistas. Al revisar otras franjas presidenciales es posible advertir que abundan los “sketchs” y las promesas de todo tipo, sin que las cifras comprometidas aparezcan respaldadas.
Se entiende que en una franja televisa exista cierto margen para recurrir a contenidos lúdicos o mensajes que apelen a la emocionalidad, pero debe procurarse que ante todo estos espacios cumplan con la finalidad pública para la que fueron diseñados. Principalmente se debe tener a la vista que su rol más esencial consiste en proporcionar información útil para los electores, de manera que exista un voto lo más informado posible. Asimismo, los contenidos tampoco deben ser utilizados para injuriar o para beneficio propio, y el uso de imágenes a través de la IA impone ciertas obligaciones éticas, como advertir a los espectadores que dichas imágenes no son reales.
Los canales de televisión -que para poder operar han recibido una concesión del Estado- están sometidos a una serie de reglas respecto a lo que pueden emitir, y en el caso de la franja electoral cabe pensar que también deberían considerarse ciertos lineamientos básicos que de algún modo sean exigibles.
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