Columna de Cristián Valenzuela: Renuncio

FOTO: SEBASTIAN BELTRAN GAETE / AGENCIUNO

Gobernar es educar, decía Pedro Aguirre Cerda. Gobernar es producir, afirmó Juan Antonio Ríos. Pero nadie dijo que gobernar es pasarla mal.


Me cansé. Ya no doy más. Llevo 300 días y nada sale bien. ¿Por qué no hice caso? Yo sabía que no tenía la experiencia suficiente y me faltaba mucho por aprender. ¿Por qué no reconocí mis limitaciones?

Gobernar es educar, decía Pedro Aguirre Cerda. Gobernar es producir, afirmó Juan Antonio Ríos. Pero nadie dijo que gobernar es pasarla mal. ¿Por qué nadie me avisó que gobernar era tan difícil e impredecible? Era más fácil ser diputado, cuando uno hacía grandes discursos, se indignaba moralmente y emplazaba a otros a luchar por la justicia y la igualdad.

Extraño tanto La Moneda chica, todo parecía más armonioso con los niños, las cartas y la gente que se acercaba a pedir cosas, a regalarme vinilos y a soñar juntos con un país mejor. ¡Cómo olvidar esa pichanga en Juan Fernández! O cuando los medios hablaban sobre mi gran popularidad.

El problema es la oposición, no me han dejado gobernar tranquilo. ¿Quizás fuimos muy duros en la legislatura pasada? ¿Será que me están cobrando la cuenta por los retiros aprobados, las acusaciones constitucionales presentadas y los proyectos rechazados? Pero si la gente necesitaba los retiros y no había nada de inflación; ni hablar de las múltiples acusaciones que estaban todas justificadas. ¿Y los proyectos? Antes no se necesitaba estado de excepción como ahora ni tampoco legislaciones como el robo de madera o la infraestructura crítica que sí se justifican. Es evidente, ¿cómo tan obstruccionistas?

Y la inseguridad. ¡Qué manera de aumentar los robos, violaciones y homicidios! Necesitamos mano dura, ya no duermo tranquilo en las noches pensando cómo entregarle más recursos y respaldo a Carabineros, porque ellos necesitan nuestro apoyo. ¿Por qué habrán perdido tanta autoridad?

Es tan difícil gobernar. Yo creo que es culpa de la Convención. El Pelao me prometió que ganaríamos lejos y que podríamos hacer tantos cambios. No entiendo qué pasó. ¿Por qué la gente va más lenta que nosotros? ¿Por qué no entienden que ese texto maravilloso le haría tan bien al país?

Me estoy quedando solo. Ya se fue la Izkia, la Lucía, la Jeanette y la Marcela. ¿Quién se irá ahora? Está lleno de gente desconocida, puros cercanos a Ricardo Lagos y Michelle Bachelet. ¡Pero si ese país había quedado atrás y representaba la actualización del neoliberalismo!

¿Y con quién me quedo yo? Con el Partido Comunista que, salvo la Camila, me hincha todo el día. Por culpa de ellos indultamos a esos delincuentes y llevamos dos semanas dando explicaciones. ¿Cómo nadie revisó esos expedientes?

¿Se podrá renunciar? ¿Se verá muy feo? Estoy cansado y ya no quiero más. Quiero volver a Magallanes, a jugar con mi perro y carretear con mis amigos. Yo sé que prometí entregarme en cuerpo y alma, pero el cuerpo lo tengo destrozado y mi alma la vendí hace rato. Quedan 1.000 días. ¿Para qué seguir sufriendo? ¿Se podrá renunciar?

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