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Abrir un hueco es como hacer una pregunta

Desde que la argentina  Marcela Sinclair tiene memoria quiso ser arquitecta. Acabó siendo artista, cuya obra está implícitamente relacionada con su admiración por Gordon Matta Clark. 

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A quienes asistieron a Ch.ACO 2015, seguro que se les vendrán a la memoria las imágenes que mostraremos a continuación. Es que la obra de Marcela Sinclair, representada por la galería transandina Mite, atrapó la mirada de cientos de asistentes. Fotos caladas que uno intenta completar con la imaginación fueron parte de lo que se expuso.

Su admiración por la arquitectura viene desde chica, cuando miraba a su abuelo y a su tía y se fascinaba con todo el mundo que los rodeaba: escuadras, tableros y sillas regulables incluidas. Luego su vocación la llevó a la pintura. Además, y como razón y consecuencia, admiradora profunda de Matta Clark.

¿Qué conceptos básicos son los que articulan tu obra y qué reflexión propones a través de tu trabajo? Mi trabajo rumia ideas sobre el espacio que habitamos. Pienso en la arquitectura y la ciudad como conglomerados de materia, geometría y uso. Los materiales con que trabajo están a mano, y la estrategia que utilizo es la de perforar la solidez de los materiales, los objetos, los sentidos y  usos más naturalizados. Me gustaría que mi obra tuviera ese efecto, el de desnaturalizar lo más próximo, introducir vacíos, generar apertura hacia la idea de que las cosas contienen la posibilidad de ser de otro modo del que habitualmente las entendemos y hacemos. Siempre está la posibilidad de inventar, porque siempre hay reversibilidad y espacios libres. Mi trabajo va en su busca y los señala.

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¿Qué rol ocupa la arquitectura en tu obra? Mi abuelo y mi tía eran arquitectos, y desde chica estuve convencida de que esa iba a ser mi profesión. El tablero y la silla de altura regulable, las reglas y plantillas, compases, rotrings, toda una parafernalia retro de dibujo técnico está en mi colección de fetiches favoritos. Creo que me resulta tan próxima, además de por herencia familiar, porque es la actividad que da forma al lugar en que vivimos. Es a la vez la respuesta a una necesidad básica, un paisaje que se nos impone cuando aparece como una cosa dada, y una plataforma desde la cual configurar nuevos usos y por ende formas de vida cuando nos reapropiamos de ella. Un lenguaje espacializado, donde encuentro explícita la relación entre materia y abstracción, que es algo que siempre me intriga.

Gordon Matta Clark está presente en tu obra, ¿cómo defines tu trabajo con relación a la obra de él? La primera vez que vi su obra fue muy emocionante. ¡Edificios cortados! Una operación tan simple y tan poderosa, tan cargada de posibles sentidos, y sin afirmar ninguno. Abrir un hueco es como hacer una pregunta. Si está bien formulada, revela algo de la pared que perfora. Y por ese agujero que hace la buena pregunta, se hojaldra la realidad, se amplía el mundo de lo posible. La primera vez que lo cité estaba intentando hacer reversibles algunas oposiciones. Lo experimentaba en el espacio con toldos y sombrillas. Me invitaron a una muestra en un primer piso en Barrio Norte. No era contexto para lonas caladas, y entonces se me ocurrió calar un mueble. Un cambio de ambiente y de escala, de un edificio a una mesa. Sin pretensión de ironía, la obra intentaba operar igual de significativamente, pero en un ámbito doméstico.

¿Qué trabajo de él es el que más te gusta y por qué? Una de mis obras favoritas es Reality Properties: Fake Estates. Gordon Matta Clark compró en subasta pública, con plata prestada y por valores entre 25 y 75 dólares, terrenos baldíos pertenecientes a la ciudad de NY: porciones de tierra de proporciones absurdas, sobrante entre edificios, errores de planificación. Más tarde esas porciones de suelo retornaron a la ciudad, por falta de pago de impuestos, pero antes el artista tomó fotografías e hizo collages con las fotos fragmentarias de esos espacios. Hay una relación de escala que me fascina en este proyecto: por un puñado de dólares, Matta Clark exhibe fallas en un sistema tan sólido como el inmobiliario. Señala un vacío ready-made, para exponer el absurdo de la relación entre el valor económico y el valor de uso de la tierra.

¿Cuáles han sido los episodios más importantes durante tu carrera y por qué? El encuentro con Tulio de Sagastizábal, un maestro en quien pude encontrar una forma de pensar el arte que lo vuelve sin fondo, siempre con más para ofrecer. La amistad con Lux Lindner en mis primeros años. Todos los momentos en que me sentí reconocida por pares de distintas generaciones que respeto mucho. Mi paso por la galería Appetite. La residencia en El Basilisco. La exhibición en el taller de Ballesteros. Mis primeras muestras en Mite. La residencia en Lugar a Dudas, que me permitió articular mi práctica artística con mi práctica docente de un modo que no había sospechado antes. También los momentos de visibilidad más institucionales, como la muestra Lindero en Fundación Proa, el premio Igualdad Cultural, las muestras en el MACRO, la beca del Fondo Nacional de las Artes. También el proyecto Nueva Socioensayística Micromodelica, que selló mi compromiso con el campo del arte de mi ciudad a la vez que abrió un nuevo camino de exploración en mi obra. Y por último, las oportunidades de mostrar mi trabajo fuera de Argentina, con la Agencia de Asuntos Subtropicales, y la participación en ferias internacionales con Mite.

En los tiempos que vivimos, ¿cómo trabajas en tu arte?, ¿cómo te reinventas y vuelves a crear? Ante la demanda creciente de obras y muestras, se hace más difícil escuchar el ritmo propio de cada proyecto, o línea de investigación y producción de obra. Reflexiono en cómo relacionarme con esta modalidad a la vez que participo de ella.

Por otro lado, siento que estoy entrando a una parte del camino en que, ya logrado cierto nivel de reconocimiento, se me presenta con más fuerza la disyuntiva entre hacer una obra que cumpla con las expectativas de identidad que ese reconocimiento implica, o lanzarme a inventar con total libertad cada vez. Aparece una pregunta por la eficacia y por el método de búsqueda más apropiado para mí: ¿lanzarme al vacío o mantener más variables fijas en pos de lograr un refinamiento en los resultados? Por ahora me inclino por el vitalismo.

¿En qué estás trabajando actualmente? Vengo de hacer una muestra individual en la que pude desplegar distintas líneas de trabajo, y experimentar con una técnica nueva, que me deparó sorpresas valiosas. Tengo la posibilidad de seguir explorándola, en gran formato, en una muestra curada por Marcelo Galindo, que abre en diciembre.

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