Cubículo, home office, privado, planta libre con paneles, etc., las opciones para definir un espacio físico de trabajo son tantas como las oficinas que existen. Replicar un espacio exitoso es una fórmula que no necesariamente va a funcionar, porque el lugar de trabajo es un espacio de interacción, donde la gente se reúne para sacar adelante proyectos en común; es decir, las personas son las que definen las dinámicas y hacen único un lugar, por eso al momento de diseñarlo es fundamental analizar el tipo de trabajo que se realizará y cómo queremos que este se desarrolle.

Mucho se ha especulado sobre cómo las oficinas son cada día menos necesarias para trabajar de buena manera; creo que parte de eso es verdad. Hoy uno está conectado siempre gracias a los teléfonos, tablets y computadores (a veces demasiado, lo cual no puede ser sano), pero las conversaciones que se producen en la oficina son algo que será imposible de reinventar en otro escenario. En este número analizamos cuatro oficinas, y en todas los espacios comunes, de reunión y ocio juegan un rol fundamental; que la gente se vea, que sean accesibles, que la organización sea lo más horizontal posible, son condiciones para que se genere intercambio y comunicación, de ahí van a salir las ideas más innovadoras y las soluciones más eficientes.

No es casualidad que las oficinas que publicamos sean extranjeras, en Chile cuesta encontrar ambientes de trabajo donde se mida por avance y resultado y no por horas/hombre sentado frente a un escritorio. Mi duda es ¿si el trabajo se hace bien y se entrega a tiempo, importa si se hace en un privado, en una sala común o en el café de la esquina? Yo considero que no. Pero aun es mal visto que la gente se vaya antes, que no estén físicamente o que trabajen con horario flexible. Todo esto juega en contra de la familia, de la inserción de la mujer al mundo laboral y de tener horas para otras actividades, lo que finalmente nos hace ser menos eficientes; miremos para afuera e importemos las buenas ideas.