Hace algunas semanas se celebró el Día del Patrimonio, siendo una vez más un éxito de visitas; público con ganas de conocer sobre la historia de estos edificios acudió en masa a recorrerlos. Y muchas de las construcciones están ubicadas en el casco histórico de Santiago, por razones lógicas: fue aquí donde primero se construyó.

Lo interesante es que, en forma paralela, en el centro se sigue construyendo y actualmente es una de las comunas con más proyectos inmobiliarios y donde se concentra gran parte de la oferta de departamentos nuevos. También muchas oficinas están volviendo a instalarse aquí, generando un efecto contrario a las fuertes migraciones que hace algunos años hubo hacia el sector oriente.

Y es justamente sobre la sumatoria de estos dos puntos que quiero hablar, especialmente ahora, cuando se sigue discutiendo sobre la aprobación a la expansión del plano regulador del Gran Santiago. ¿Por qué, si la gente, de manera espontánea y no organizada, elige vivir y trabajar en centros formados, con servicios, buenas conexiones de movilización y una cantidad no menor de áreas verdes, se insiste en expandir la periferia?, ¿por qué no se invierte tiempo y energía en pensar cómo mejorar lo que ya tenemos? Densificando en altura de buena manera y creando una trama más rica y densa, en vez de tirar al tablero sectores agrícolas que aún no están desarrollados y sobre los cuales no se ha pensado ningún tipo de master plan, de conexiones o equipamiento.

Esta ciudad arriesga convertirse en una megaciudad, fuera de control en temas como transporte, seguridad y, sobre todo, calidad de vida. Hacerla más grande solo incrementará estas características.

Creo que escuchar lo que la gente necesita es fundamental para la implementación de buenas políticas públicas, y me puedo equivocar, pero les aseguro que nadie quiere vivir cada vez más lejos del lugar de trabajo o estudio, perdiendo valioso tiempo en movilizarse. Porque al final todos buscamos lo mismo, vivir un poco mejor cada día.