Editorial
En Santiago poniente están pasando cosas, buenas cosas. Cuando se liberaron las alturas y se entregaron subsidios para densificar esa zona hace ya varios años, se produjo un crecimiento desregulado que saturó algunas áreas, lo que hizo replantearse esta política obligando a poner más controles; de hecho hoy en el sector del barrio Yungay casi no hay nuevos proyectos inmobiliarios, pero lo que sí se ha seguido consolidando es el eje cultural: Matucana 100, el Museo de la Memoria y la Biblioteca de Santiago se unieron a una Quinta Normal refaccionada, la cual quedó muy bien conectada gracias a la llegada del metro. A eso se han ido sumando proyectos de privados como NAVE, la exploración en nuevas áreas de negocios de los dueños de la Peluquería Francesa y el espacio CA.SA, que aún no abre de manera oficial. Son todos proyectos bien pensados, con equipos serios detrás y que claramente no están ahí por una moda. De a poco se ha ido revalorando el peso histórico de este barrio y son varios los que están comprando propiedades, no para demolerlas, sino para recuperarlas, invirtiendo recursos. Quizás detrás de la cultura van a llegar los inmobiliarios interesados en reciclar en vez de demoler, adaptando las antiguas construcciones a usos contemporáneos. Ejemplos internacionales hay muchos donde inspirarse y creo que también hay un mercado que valoraría vivir en un edificio noble y con pasado. Hoy este sector ha florecido, en parte por lo anterior, pero también por la influencia de nuevas culturas, inmigrantes que se han instalado ahí y que nos están enseñando a vivir y comer distinto, con nuevos ingredientes, sabores y colores, algo que siempre es bienvenido, especialmente para el espíritu a veces gris de los santiaguinos.
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