Localidad rural del valle de la zona central de Chile, en la provincia de Melipilla, Mallarauco es un lugar de tierras fértiles, tiene suficiente agua para regar y el clima anda bien, tanto en verano como en invierno. Según nos contó la arquitecta Elisa Gil, otra de sus tías o hermanas del clan que preside este predio de 30 hectáreas, decidió hacerse una casa para ella y su familia que fuera una suerte de hermana de la que vimos en las páginas anteriores, pero que tampoco se convirtiera en su melliza. Es por eso que Gil junto a Maximiano Atria, arquitectos a cargo de ambos proyectos, decidieron proyectar una segunda vivienda muy similar a la anterior en cuanto a materialidades y a lenguaje, pero diferente en líneas arquitectónicas y forma. “Esta casa también tiene metal, madera, también es un volumen blanco. Sin embargo, es alargada hacia arriba. Cuando nos pidieron hacer esta casa el cliente nos dijo que quería algo horizontal y llegamos a la primera reunión con una torre, y enganchó totalmente con la antítesis de lo que nos había pedido. Además el espacio tenía que ser chico, y si iba a serlo, qué mejor que darle la altura necesaria para aprovechar totalmente el lugar”, detalla Gil.

‘Juntas pero no revueltas’, ese es el lema que une y separa ambas casas. De hecho, aunque están separadas por solo algunos metros de distancia, si una persona se detiene afuera de una de ellas no alcanza a divisar la otra vivienda.

La casa culmina en una preciosa terraza plana con vistas en 360 grados, donde el paisaje se convierte en protagonista de la escena. “El proyecto es un pretexto para llegar a la terraza y, al contrario de la casa anterior,  tiene vistas en 360 grados”, finaliza la experta.