La Bandita de Magallanes es una agrupación creada en la época del Mundial de Fútbol de 1962 y cuya tradición combina cultura y deporte en el contexto de la asistencia a los estadios. Integrada por cinco miembros permanentes: Alfonso Meléndez y Luis Oyarzún, en trompetas; Sergio Naim Prado, en batería, y Eliseo Figueroa y Guido Lomboy, en trombones. La semana pasada, el Consejo Nacional de la Cultura y as Artes (CNCA) declaró a la Bandita de Magallanes como uno de los seis Tesoros Humanos Vivos (THV) de este año. Se trata de un programa de Unesco que en Chile implementa el CNCA y que busca reconocer y proteger a aquellas personas o comunidades que son portadoras de manifestaciones estratégicas relevantes y en peligro de desaparecer del Patrimonio Cultural Inmaterial. Así como en años anteriores el reconocimiento lo han recibido la comunidad del Baile de los Negros de Lora y la de Afrodescendientes Julia Corvacho Ugarte de Arica, entre otros, esta vez se consideró a esta banda como un patrimonio viviente.

Estamos claros de que el fútbol es una actividad  popular y patrimonial en el amplio sentido de la palabra. Desde las pichangas domingueras que se ven en todo Chile y que atraen no solo a grupos de fanáticos de los grandes y pequeños clubes, sino que acarrean consigo gastronomía popular, decoración ad hoc (banderines de los equipos locales y banderas chilenas) y música, se puede afirmar que el fútbol es cultura. Lo demuestra, en cierta medida, el reconocimiento que recibió la Bandita de Magallanes.

Además de esta agrupación y bajo la categoría de comunidades fue reconocida también Las Arpilleras de Lo Hermida, un grupo de mujeres que plasmó sobre retazos de género los hechos y realidades que se vivieron durante la dictadura. Además la designación recayó en Las Loceras de Pilén, artesanas de la localidad de Cauquenes, Región del Maule, que trabajan en arcilla.

Por su parte, en la categoría de individuos, los Tesoros Humanos Vivos 2012 son Lorenzo Aillapán Cayuleo, conocido como El Hombre Pájaro (Ünümche), de Puerto Saavedra, quien es divulgador, investigador y agente cultural de la tradición mapuche y gran conocedor de las ceremonias ancestrales de este pueblo originario. María Virginia Haoa, de Isla de Pascua, también fue reconocida. Ella es una de las fundadoras de la Academia de la Lengua Rapa Nui por su rol clave en la revitalización, conservación y transmisión de su lengua a las nuevas generaciones. Por último, Uberlinda Vera, de Pozo Almonte, fue designada por ser representante y miembro fundador del grupo Hijas del Salitre, las que realizan artesanía pampina en hojalata, papel de seda y crepé y dan forma a las conocidas coronas fúnebres. Una tradición que se remonta a las oficinas salitreras de principios del siglo XX. Felicitaciones a todos quienes fueron reconocidos y a la iniciativa que impulsa la puesta en valor de estas expresiones patrimoniales.