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Siniestrada

Solo buscaban un lugar amplio para tener un vivero en medio de la ciudad. Lo encontraron entre paredes que más o menos sobrevivieron a un incendio. Visionarios, esta dupla de paisajistas decidió no luchar contra el daño y dejar que la casa contara la historia de su tragedia por sí misma.

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Evitemos confusiones. Paisajismo Vertical es el nombre de la empresa, Casa Quemada es el lugar donde funciona.

Paisajismo Vertical se dedica a la producción de módulos verdes para tapizar muros de edificios, casas y techos verdes. Manuel Lobos y Pedro Pérez -ambos diseñadores paisajistas titulados de la U. de Chile hace 25 años- vieron que el paisajismo se estancaba en la tradición, que cada vez había menos espacio y más muros de hormigón desperdiciados, y pensando en aportar a la cantidad de metros cuadrados de áreas verdes en la ciudad se lanzaron en este emprendimiento hace 10 años. Algunos de sus clientes son Copec -en carreteras desde Copiapó hasta Freire-, los hoteles Intercontinental y Ritz, Cencosud y Mall Vivo Los Trapenses.

Manuel y Pedro partieron en una parcela de La Pintana que les quedaba lejos a ellos y ni hablar de lograr que los clientes llegaran. “Decidimos buscar un terreno para instalar el vivero acá, en el centro. Sondeando entre tanta casa abandonada dimos con esta, que se había incendiado aparentemente por una falla eléctrica. La dueña y otra gente que vivía acá tuvieron que salir corriendo”, recuerda Manuel. No fue difícil que la señora aceptara su oferta. El gran trabajo fue eliminar las ratas y sacar 20 camionadas de escombros.

Ahora en Casa Quemada funciona -entre otras cosas- el vivero donde se producen los módulos y a la vez el muestrario. “Acá hacemos el proceso completo, plantamos esquejes sobre una especie de colchoneta rellena de un sustrato especial, liviano, muy  buen retenedor de humedad y muy fértil. La envoltura es geotextil y para algunos lugares los forramos en manta de coco, que se ve más sofisticado. Esto se riega por lluvia y por goteo”, cuenta Pedro camino al fondo de la casa, donde se encuentran el invernadero y la mascota de Casa Quemada, el esqueleto de un gato fijo en una pared.

“Quisimos traer nuestro trabajo al centro, la parte más contaminada. Los muros verdes se ven como algo más bien estético, algo bonito. Pero la verdad es que su  función real dentro de una metrópoli es medioambiental. A la gente le extraña mucho encontrar un vivero acá, que no lo tengamos en el campo. Pero es algo que decidimos muy conscientemente”, dice Manuel. “Nos interesa la sustentabilidad, el reciclaje, y partimos por casa”, agrega Pedro.

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El nivel de intervención sobre esta casa de 1850 es casi mínimo, se limitó a una limpieza de escombros y a liberar espacio para los propósitos del vivero. Manchados por los años y el fuego, algunos recintos de la casa original pudieron conservarse. Ese mismo toque accidental los hace únicos y sugirió un uso distinto: “Hemos acogido varias exposiciones de arte, obras de teatro y conciertos. Han funcionado muy bien. A la gente le ha gustado mucho el lugar. Queda un poco sorprendida porque desde la fachada no sospecha la mezcla entre verde, arte y espacios generosos que hay dentro”, dice Pedro. “Quisimos abrirlo, aportar a la comunidad y al barrio. Uno lo ve destruido pero la idea es dejarlo en esas condiciones, que la gente sienta que esta es una casa siniestrada, que pasó por una tragedia. De eso aparece un espacio donde se genera cultura, arte. Renace con una vida diferente”.

¿Están más contentos que en La Pintana? “¡ABSOLUTAMENTE!”, responden sin dudar. d

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