Valparaíso, un lugar único en el mundo. El puerto principal de Chile por décadas -ahora el título lo ostenta San Antonio- y una ciudad que esconde infinitas historias, rincones y lugares perdidos en el tiempo. Todos, hitos que a la larga le han entregado esa cara pintoresca y superexportable que más se conoce. No obstante existe una realidad menos agraciada. Una que ocupa la trastienda del circuito turístico y que está lejos del romanticismo del que se ha impregnado el puerto. Un Valparaíso donde el abandono, la segregación y la pobreza están latentes, y por lo cual se han comenzado a tomar medidas urgentes. Entre las últimas, el Plan Valparaíso 2011-2014, que tendrá como ejes de desarrollo la seguridad ciudadana, el combate a la pobreza y la salud, y al que el presidente Piñera acaba de darle el vamos. Pero hay quienes se adelantaron, y ya desde hace tres años vienen trabajando en algunos sectores del puerto; es el caso del proyecto presentado por la oficina de arquitectos Lipthay Morandé Browne, en conjunto con la arquitecta Cecilia Puga y el Instituto Geográfico UC, en la recuperación del tejido urbano de los cerros Toro y Santo Domingo. Cerros que a pesar de estar a menos de 500 metros de la plaza Echaurren no existen dentro de los circuitos establecidos. Terminar con esta segregación a través de un plan urbano sustentable forma parte del proyecto. "El encargo de estos dos cerros parte de una licitación pública del Programa de Recuperación de Valparaíso, en el que se planteaba un mejoramiento de sendas peatonales con fondos del BID", comenta Antonio Lipthay, socio fundador de LMB Arquitectos, agregando que lo que se podría haber traducido como una simple pavimentación, se transformó en un proyecto que integró a la comunidad con el propósito de que realmente existiera una intervención seria de la situación. "Nos dimos cuenta de que la tarea implicaba mucho más que un mejoramiento de suelos. Y es que cuando uno se mete en profundidad a Valparaíso, se empieza a borrar esta idea pintoresca de la ciudad y empieza a aparecer una realidad bastante más gris, con un alto nivel de marginalidad dentro de una estructura urbana muy debilitada y que era una paradoja además, ya que los lugares a intervenir, puentes, escaleras, rampas, etc., tenían condiciones paisajísticas impresionantes, pero si uno mira hacia el interior, detrás de esas fachadas de colores, las construcciones se deshacen, con una topografía que cada invierno se modifica", aclara Lipthay.

El resultado, 18.000 m² de áreas a intervenir. Seis para cerro Toro y siete para Santo Domingo, entre las que destacan la senda Torquemada y senda Puntilla, plaza La Campana, senda Sucre y senda Benavente, el pasaje Barbagelata, la senda Pueyrredón y la senda Paicaví (desde Echaurren hasta Juvenal). Todas con el claro objetivo de terminar con la segregación mediante mayor accesibilidad, propuestas de iluminación y un sistema de conectividad que de una vez por todas los vincule con el circuito porteño.

El último proyecto de Jullian

Guillermo Jullian, el más reconocido discípulo chileno de Le Corbusier, hizo su título de arquitectura de la Universidad Católica de Valparaíso con un proyecto que justamente abordaba la trama de los cerros Toro y Santo Domingo, es por eso que a su llegada a Chile fue invitado a participar, hecho que según Antonio Lipthay constituyó una acción notable. "Trabajar con Guillermo fue muy importante para nosotros, primero porque él se había titulado con un proyecto en estos cerros. Esta fue su última colaboración, lo que hicimos nosotros fue tomar aquellos principios más que nada de experiencia que nos transmitió Guillermo y modificar el diseño". El mismo proyecto fue pidiendo transformaciones.