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¿Qué significa que un vehículo sea microhíbrido, el segmento que domina las nuevas energías en Chile?

De las más de 21 mil unidades vendidas en el país durante lo que va de 2025, el 45% corresponde a este tipo de tecnologías.

En el mapa actual de tecnologías automotrices, los microhíbridos, también llamados “mild hybrid” o MHEV, se han colado como la alternativa de vehículos de nuevas energías más común en Chile.

De acuerdo a la cifras entregadas por la Asociación Nacional Automotriz de Chile (ANAC), hasta agosto de 2025 se han comercializado 21.282 unidades cero y baja emisiones, los microhíbridos totalizan 9.710 comercializaciones, un 45,6%, por sobre el híbrido convencional (29,9%), los eléctricos (16%) y los híbridos enchufables (8,5%).

La marca más exitosa de este segmento es Suzuki, que con el Fronx (2.583 unidades), el Swift (1.736) y Gran Vitara (1.184) dominan los tres primeros lugares, seguido por los Peugeot 2008 (972), 3008 (805) Y 5008 (319).

¿Qué son exactamente los vehículos microhíbridos y por qué gozan de tanta aceptación?

Un modelo microhíbrido sigue basándose principalmente en un motor de combustión, al que se le suma un motor eléctrico auxiliar de bajo voltaje (normalmente en torno a los 48 V). Esa pequeña unidad eléctrica no mueve el vehículo por sí sola, sino que entra en acción en momentos puntuales: cuando el motor arranca, durante aceleraciones suaves o para descargar determinadas funciones auxiliares. Su batería se recarga de forma autónoma mediante el frenado regenerativo y no requiere enchufes externos.

Esta hibridación ligera aporta una mejora moderada en eficiencia y emisiones, sin imponer una transformación radical en los hábitos de conducción. En trayectos urbanos, donde hay frecuentes paradas y arranques, el sistema puede ayudar a reducir el consumo de combustible y las emisiones de CO2, aunque el impacto será menor que el que logran los híbridos completos o los enchufables.

Lo atractivo del modelo microhíbrido radica en su equilibrio: permite acceder a muchas de las ventajas de la electrificación (etiquetas más favorables, menor consumo en condiciones urbanas, emisiones controladas) sin los costos y las exigencias de infraestructura que suelen acompañar a los vehículos eléctricos puros o híbridos enchufables. En Chile, dada la distribución desigual de estaciones de carga y las dificultades logísticas en regiones, esa sencillez operativa cobra particular importancia.

Comparado con un híbrido completo (HEV), el MHEV es más modesto en sus capacidades: un HEV sí puede moverse algunos kilómetros en modo eléctrico sin acudir al motor de combustión, mientras que el microhíbrido no. En contraste con los híbridos enchufables (PHEV), estos últimos cuentan con baterías más grandes y pueden recargarse desde la red eléctrica, lo que les permite cubrir distancias más largas en modo eléctrico puro.

Podría decirse que el microhíbrido representa el punto de transición ideal para quienes desean dar el salto hacia una movilidad más sustentable, pero sin complicaciones adicionales: sin cables, sin infraestructura adicional y sin alterar radicalmente el uso diario del vehículo. En Chile, donde muchas zonas carecen aún de una red de carga confiable, esa combinación de eficiencia, economía y sencillez explica por qué los MHEV están dominando como la modalidad predominante de vehículos “de nuevas energías”.

Si bien no son la solución definitiva para la electrificación total, los microhíbridos están jugando hoy un rol clave en el tránsito progresivo hacia una movilidad más limpia, adaptada a las realidades locales y eficaz en el contexto de transición.

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