El gobierno de Israel preparaba este lunes en un aeropuerto de ese país, la deportación de la activista sueca Greta Thunberg y del resto de los ocupantes del barco que pretendía llevar ayuda humanitaria a la Franja de Gaza.

“Los pasajeros del ‘yate de selfies’ llegaron al aeropuerto Ben Gurion para salir de Israel y regresar a sus países”, indicó en redes sociales el Ministerio de Relaciones Exteriores israelí.

“Quienes se nieguen a firmar los documentos de deportación y salir de Israel serán llevados ante una autoridad judicial”, agregó.

La nave “Madleen”, fletada por la organización Freedom Flotilla Coalition, fue impedida de cumplir con su misión de socorro alimentario y médico para los gazatíes, luego de ser abordada por efectivos de la Armada judía y los activistas detenidos.

El velero, integrante de la Coalición de la Flotilla de la Libertad, un movimiento internacional no violento de solidaridad con los palestinos, había zarpado de Italia el 1 de junio con el objetivo de entregar ayuda en el enclave palestino, objetivo frustrado por el gobierno de Tel Aviv.

Antes que se aproximara a Gaza, las autoridades israelíes fueron perentorias en impedir el paso de la nave. “He dado instrucciones al ejército para que impida la llegada a Gaza del ‘Madleen’”, había expresado el ministro de Defensa israelí, Israel Katz, en un comunicado.

Incluso añadió que “a Greta, la antisemita y a sus compañeros, portavoces de la propaganda del movimiento islamista palestino Hamas, les digo claramente: vuélvanse, porque no llegarán a Gaza”.

Entre los activistas del barco había ciudadanos de Alemania, Francia, Brasil, Turquía, Suecia, España y Países Bajos.

Entre ellos estaba, además de la conocida Greta Thunberg, la eurodiputada francesa Rima Hassan, quien había declarado que más de 200 legisladores europeos firmaron una carta abierta dirigida a Israel, en la que pedían que se permitiera al “Madleen” llegar a Gaza y permitir la “entrada inmediata de su carga humanitaria”.

Sin embargo, la iniciativa humanitaria se vio frustrada por la foribunda negativa del gobierno de Netanyahu, que ahora se dispone para hacer del país a los activistas internacionales.