Histórico

Cómo se escribe la historia

<font face="tahoma" size="3"><span style="font-size: 12px;">Se registra la historia a la par que los protagonistas se esfuerzan por moldearla a su antojo o, de buena fe, a su leal saber y entender. No sólo al momento de 'hacer' la historia, sino en paralelo o, después, a la hora de 'escribirla'. Un dilema de políticos, periodistas e historiadores.</span></font>

No es lo mismo decir que la Concertación fue derrotada, y por sí misma, que decir que la derecha triunfó. De igual manera que tampoco es lo mismo sostener que lo que viene ahora es un gobierno de derecha "como que no quiere la cosa", que uno derechamente de frentón. O sea, un gobierno bisagra, de transición y, de llegar a ser de derecha, "en la medida de lo posible"; ergo, parecido o análogo a lo que hemos visto antes al iniciarse el ciclo concertacionista bajo frenos consensuales fuertes: la época de la "política de los acuerdos" tan celebrada por moros y cristianos cuando murió Boeninger.

En cuyo caso, el gobierno de Sebastián Piñera puede que termine pareciéndose a un quinto adicional del oficialismo derrotado, no obstante ser el primero de un nuevo ciclo, quizá largo, que se estaría fundando.

Evidentemente, todas estas alternativas hipotéticas, se irán viendo en el camino. Es todavía prematuro anticipar el rumbo exacto que el nuevo gobierno va a asumir. Con todo, existen razones para suponer un escenario de mayores continuidades que de quiebres: el pasado democratacristiano del Presidente electo; sus primeros llamados a la concordia (¿una segunda "reconciliación" histórica?); la proyección ya antes de la dictadura -modelo económico y Constitución-, ¿ahora convertidos no sólo en lógica sistémica, sino en "tradición democrática"?; las dificultades naturales que impiden cambiar prácticas arraigadas en el Estado, tanto más, en cuatro años cortos.

Quien sea que llegue a La Moneda, Chile seguirá siendo Chile; desde vieja data nos inclinamos por los empates, al punto que últimamente hemos diseñado un sistema hecho a la medida de esa atávica preferencia.

Ello no obstante, se registra la historia a la par que los protagonistas se esfuerzan por moldearla a su antojo o, de buena fe, a su leal saber y entender. Este, también, es un ángulo fascinante. No sólo al momento de "hacer" la historia, sino en paralelo o, después, a la hora de "escribirla". Un dilema tanto de políticos como de periodistas e historiadores. ¿Cómo denominamos el período 1973-1990: régimen militar con "pronunciamiento", o dictadura? ¿Cómo calibramos a Marco Enríquez: un "aparecido y tiro al aire" o un "síntoma", un "accidente y nota al pie" o "una pregunta abierta"? ¿A qué tiempo verbal hacemos mano para seguir refiriéndonos a la Concertación: "es" (presente simple), "era" (indicativo imperfecto), "fue" (pretérito simple), "sería" (condicional), "ha sido" (pretérito perfecto), "habrá sido" (futuro perfecto), "habría sido" (condicional perfecto), "sea" (presente subjuntivo o también imperativo presente), "fuere" (futuro subjuntivo)?

Las alternativas y combinaciones son variadas y subjetivas, como los pigmentos que el artista maneja en su paleta. ¿Con cuánto realismo y acierto? He ahí la clave a la hora de juzgar si estamos frente a un gran maestro o un simple copista. En entrevista a este diario (Reportajes, 27/12/2009), Piñera señalaba: "Todos tenemos algo de liberal y de conservador". Ojo con cómo se autorretrata: dice primero "liberal", luego "conservador". El mismo dilema lo tuve cuando escribí mi tesis doctoral sobre la Independencia. ¿Cómo me refería al Ejército Libertador que cruzó los Andes: chileno-argentino o argentino-chileno (la opción que preferí)? En estos casos, el orden de los factores altera el producto.

Son sutilezas, lo admito, pero la historia se escribe así, con gramática, lógica y precisión. No solamente la escribimos así; también, así la leerán.

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