Egberto Gismonti: "Componer buena música demanda meses"
El pianista brasileño tocará el domingo 8 en el Parque Araucano el disco Dança das cabeças, junto a Naná Vasconcelos.

"Vamos a hablar en portuñol. Ustedes lo comprenden, pero para nosotros es una lengua que no existe, porque no estamos hablando ni español ni portugués", dice de entrada el músico brasileño Egberto Gismonti, figura clave de la fusión y la vanguardia latinoamericana de las últimas décadas.
Preocupado por la evolución del lenguaje, así como de la decadencia educacional y los costos sociales del Mundial de Fútbol en su país, Gismonti salta de tema en tema tal como los géneros que su música se ha encargado de barrer en más de 60 discos, que van desde lo étnico al jazz y la música contemporánea de cámara.
Con dos visitas anteriores al país, el pianista y guitarrista aterrizará este domingo 8 en el Centro Parque, del Parque Araucano, junto al percusionista Naná Vasconcelos, para recrear su álbum de 1977 Dança das cabeças, placa que anticipó la New Age y la World Music y que es presentado por el ciclo Sesiones de tolerancia.
Su preocupación por la evolución del lenguaje le sirve al músico como analogía de su propia filosofía artística. "La mayoría de los países ha inventado una lengua para hablar y escribir que contiene un número muy pequeño de verbos. Todo se hace para obtener resultados rápidos, y eso veo también en mi trabajo. La mayoría de los jóvenes músicos parten de la aprobación que ya tienen de millones de personas, y por eso hoy tocan menos de lo que deberían, los compositores componen menos de lo que deberían, pero hacer una música realmente buena demanda meses en terminar", cuenta.
Gismonti toca gran parte del año y no hay prácticamente ningún género que no haya abordado: desde la música para cine, teatro y ballet, pasando por el jazz, la música contemporánea, étnica y orquestal.
Su propia formación lo resume: iniciado como pianista clásico y luego en Europa por Nadia Boulanger (maestra de Piazzolla y Philip Glass), fue inspirado por el compositor Heitor Vila-Lobos, compañero de Tom Jobim, a la vez que admirador de los sonidos tribales del Amazonas.
"Los brasileños no tenemos miedo de ninguna cultura extranjera, porque siempre pertenecimos a todas. La lengua que llamamos brasileña se transformó muchísimo, porque la mezcla posibilitó que tengamos cerca de 20 mil palabras, muchas de ellas creadas por cantautores populares", explica.
Recuerda que para la grabación de Dança das cabeças -registrado en Noruega para el sello jazzístico ECM- "no teníamos ninguna idea de lo que estábamos haciendo. Eramos un dueto extraño de dos músicos que se juntaron a tocar piano con tumbadoras. Decíamos: ahora vamos a hacer una música que suene a ríos, y así fuimos creando. El disco se vendió una barbaridad y tuvo mucha influencia en todo el mundo", recuerda.
A casi 40 años de ese momento, Gismonti aún no tiene claro cómo clasificarlo. "¿Es un disco de jazz? Por un tiempo creí que sí. Pero en cada región del mundo el adjetivo jazz es usado con finalidad diferente. Recuerdo una vez que con Herbie Hancock nos sentamos en dos pianos Fender Rhodes y a la media hora me preguntó: ¿Cómo está la samba? Y yo estaba tocando jazz", finaliza.
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