Sergio Villalobos: "No sé qué ideología tengo y me gustaría que me lo dijeran"
A los 82 años el historiador publica un libro testimonial. Desde su casa en Chicureo, habla de su vida, el oficio, la política y la polémica sobre el Museo de la Memoria.

No es evidente y hasta parece un contrasentido. Pero según Sergio Villalobos, ningún historiador chileno ha publicado sus memorias. Ninguno, hasta que él mismo presentara, semanas atrás, en la U. de Chile, La historia y los días. Un volumen de casi 200 páginas, donde habla de padres y abuelos, de maestros y discípulos, de viajes por Chile y Europa.
"Esto cierra el transcurso de la vida", comenta en su amplia casa de Chicureo el Premio Nacional de Historia 1992: "Tengo 82 años y ya estoy sobregirado, digamos". Aunque sigue investigando (sobre Pedro Aguirre Cerda y La Araucanía), el autor de Historia del pueblo chileno dice que a estas alturas "uno ya siente la necesidad de dejar un recuerdo de las cosas que ha hecho".
"He gozado de la vida", afirma. "No soy una persona descontenta ni amargada". Lo que no quita que le guste pelear un poco, como ha demostrado recientemente.
Un libro de memorias y la memoria, en singular, ¿cómo se vinculan con la historia?
Procuré dejar testimonio de lo que ha sido nuestra época. Del ascenso de la clase media, a la cual pertenezco. La vida de mi padre, de mis abuelos, de mis tatarabuelos. Por causalidad encontré antecedentes de ellos y su origen era modestísimo (…). Creo que hay acá un encadenamiento de situaciones sociales que tienen validez para todo Chile. No es sólo lo personal.
¿Tienen esa validez por venir de la clase media? ¿Si se tratara de Gonzalo Vial o Gabriel Salazar, serían menos representativas?
Gabriel Salazar viene del mismo estrato: gente modesta que fue subiendo. Gonzalo Vial es de una familia aristocrática. No digo que sean menos representativos. Pero piense usted en una familia de clase media y en seguir su trayecto durante siglo y medio. Las pequeñas cosas e incidentes, las formas de entretención, el liceo, el Instituto Nacional. Todas han sido parte del ser chileno y de la formación de la nación chilena.
¿Cuál piensa que ha sido su aporte al desarrollo historiográfico en Chile?
Fui adquiriendo en mi carrera ciertas nociones. Por ejemplo, la Escuela de los Annales, que remarcó la presencia de la economía, la sociología, la antropología, la geografía en el estudio del pasado, me enriqueció y derivó en una visión propia, que he llamado la historia de los grandes procesos. Creo que ese ha sido mi aporte sustancial.
¿Qué le ha llamado la atención localmente?
Bueno, todos estos nuevos enfoques, como la historia de las costumbres...
¿La vida privada?
La vida privada, las mentalidades, la familia, la mujer. Lo que no me gusta es la ideologización de la historia: ni izquierda, ni derecha; ni arriba, ni abajo; ni azul, ni rojo. Para mí la historia tiene sus propias exigencias, su propia objetividad.
¿Pero el historiador no se ubica en un lugar y eso no lo condiciona?
Forzosamente. La historia siempre es la visión del historiador y del lector del historiador. Cada uno tiene su punto de vista, pero esto se va debatiendo y a una obra se responde con otra obra. A un punto de vista con otro punto de vista. El desafío es no caer en exageraciones. No perder la vista general de las cosas. Yo he criticado a derechistas, izquierdistas, franquistas, marxistas, porque han tendido a desviar las cosas. Pero a la larga se va imponiendo la historia real.
¿Se siente cercano a una objetividad histórica?
Ese es el ideal. La objetividad es imprescindible, se logre o no.
¿Se ve a medio camino de izquierdas y derechas?
Mire, realmente no sé qué ideología tengo y me gustaría que me lo dijeran. Gonzalo Vial me aporta cosas y las aprovecho; Gabriel Salazar, lo mismo.
¿No le parece que lo ubiquen al centro?
En ninguno de los lados, ni al centro ni nada. Como le digo, no sé dónde estoy. Sólo tengo mi razón, una cultura y decido las cosas de esa manera.
Hace unas semanas Villalobos pisó el terreno de la actualidad y la discusión política. "Fui el primero que intervino", dice respecto de la polvareda levantada por los reproches al Museo de la Memoria. Los suyos y los de la directora de la Dibam, Magdalena Krebs. "Mire, la memoria puede ser utilizada ideológicamente, y eso es lo que yo he tratado de evitar en todo momento en mis memorias".
Los "crímenes contra la humanidad", ¿no justifican por sí mismos instancias de memoria como esta?
Recordar por recordar no tiene sentido, históricamente hablando. Todo tiene que ser explicado. Nada ocurrió en el aire. Estos crímenes están en la conciencia nacional, eso ha sido asimilado y no es necesario estarlo reviviendo de una manera odiosa. No me lleve al tema del Museo de la Memoria: he tratado de evadirlo.
Pero Ud. dice que fue quien puso el tema. Por alguna razón envió esa carta...
Esas son ya visiones políticas, de actualidad, a lo cual uno tiene pleno derecho.
¿Qué lo llevó a escribirla?
La exageración en cuanto a una memoria parcial, intencionada, politiquera.
¿Qué piensa del historiador que interviene en lo contemporáneo?
La época que uno vive es la que menos conoce, la que más lo desorienta y uno está deseoso de actuar sobre ella y muchas veces es inútil. Tenemos que quedarnos en el pasado.
¿Cómo ve ese tema de la relación del historiador con el público?
El historiador es una especie en extinción, como los dinosaurios. No nos quieren mucho. Hay una especie de admiración por el trabajo histórico, pero no se nos lee mucho. Y las nuevas generaciones, que no saben escribir nada, son las menos leídas, afortunadamente.
Habiendo sido crítico de Pinochet en los 80, ¿ha matizado su opinión sobre su régimen?
Mi opinión ha cambiado un poco porque uno va cambiando forzosamente. Fui muy duro con el gobierno militar cuando vivía esa experiencia, sin que me tocasen ni me ocurriese nada. Pero con el transcurso del tiempo he ido modificando un poco mis ideas. Primero, el gobierno militar hay que explicarlo: qué fue la Unidad Popular, hacia qué abismo estábamos siendo arrastrados, y que gran parte del pueblo chileno estuvo en contra y, en el fondo, apoyó el golpe militar. Eso es insoslayable, como quiera que yo piense. Ahora, el gobierno militar cayó en todos estos desmanes que conocemos y que yo he condenado siempre, pero hay otras cosas: la reorganización del Estado, la reformulación de la política económica, que ha sido un éxito.
Y el cuestionamiento a este esquema, visto a propósito de la agitación social de 2011, ¿le dijo algo?
Mire, me preocupan un poco las cosas de actualidad, pero no me embargan totalmente. No participo en ninguna de estas cosas. Soy un hombre ajeno a la vida pública, a la política. Yo estoy con mis libritos y mi modesto escribir. Y punto.
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