Opinión

Casa común

FOTO: EFE

No voy a intentar disfrazarme de ecologista de toda la vida. No lo he sido. Tengo claro que cuidar de las plantas, reciclar o disfrutar observando a los pájaros, cosas que si hago, no alcanza para calificar como ambientalista. Quisiera pensar, sin embargo, que con los años, y en buena medida gracias a mi familia, he ido adquiriendo crecientes niveles de conciencia. Es desde esta perspectiva, sin pretender vocería o legitimidad especial, que quisiera compartir algunas de las reflexiones que me han provocado las noticias e imágenes de los incendios en la Amazonía.

El Presidente Bolsonaro ha demostrado su escasa voluntad de proteger la Amazonía. Ha dado su apoyo, una y otra vez, a la explotación irracional de los recursos y se ha puesto en guerra con las organizaciones ciudadanas que luchan en favor de las comunidades indígenas y su entorno natural. Brasil tiene, por supuesto, todo el derecho a definir su desarrollo. Lo que no puede hacer es pasar a llevar sus compromisos y complicar el futuro del planeta, pretendiendo que todo ello se puede amparar en discursos soberanistas.

En este tema, Chile debe jugar un papel proactivo. Está en las manos de nuestro gobierno, y de la sociedad civil, que el encuentro COP25, del que seremos anfitriones a fin de año, no sea simplemente un masivo Lollapalooza de la buena onda ambiental. Debemos aprovechar la circunstancia de ser dueños de casa para impulsar nuevos y mejores compromisos de los distintos países en la reducción de las emisiones de carbono. O, por último, debemos luchar para que las metas acordadas en París, en COP21, no sean suavizadas o postergadas.

Al concluir, quisiera reproducir un párrafo con que su Santidad Francisco se refiere a la protección del planeta, nuestra Casa Común, en su reciente Encíclica "Laudato Si".

"…siempre hay que recordar que «la protección ambiental no puede asegurarse sólo en base al cálculo financiero de costos y beneficios. El ambiente es uno de esos bienes que los mecanismos del mercado no son capaces de defender o de promover adecuadamente». Una vez más, conviene evitar una concepción mágica del mercado, que tiende a pensar que los problemas se resuelven solo con el crecimiento de los beneficios de las empresas o de los individuos. ¿Es realista esperar que quien se obsesiona por el máximo beneficio se detenga a pensar en los efectos ambientales que dejará a las próximas generaciones? Dentro del esquema del rédito no hay lugar para pensar en los ritmos de la naturaleza, en sus tiempos de degradación y de regeneración, y en la complejidad de los ecosistemas, que pueden ser gravemente alterados por la intervención humana. Además, cuando se habla de biodiversidad, a lo sumo se piensa en ella como un depósito de recursos económicos que podría ser explotado, pero no se considera seriamente el valor real de las cosas, su significado para las personas y las culturas, los intereses y necesidades de los pobres"

Más sobre:Voces

COMENTARIOS

Para comentar este artículo debes ser suscriptor.

Este septiembre disfruta de los descuentos de la Ruta del Vino, a un precio especial los 3 primeros meses.

Plan digital + LT Beneficios$3.990/mes SUSCRÍBETE