China y la guerra en Ucrania



Por Jorge Heine, profesor de Relaciones Internacionales, Universidad de Boston

La OTAN no se expandirá “ni una pulgada más” hacia el Este, le prometió el secretario de Estado James Baker a Mijail Gorbachov en febrero de 1990. Hoy, 32 años después, la OTAN no solo se ha expandido cientos de kilómetros al Este, sino que ha pasado de 17 países miembros a 30, incluyendo a casi todos los antiguos miembros del Pacto de Varsovia. La casa matriz de la OTAN en Bruselas cuenta con un gigantesco edificio, y su nómina de funcionarios pasó de 800 en 1990 a 4.000 hoy. La OTAN ha emplazado misiles en países vecinos a Rusia como Polonia y Rumania, supuestamente para defenderse de un ataque iraní, algo difícil de creer. También contempla incorporar a antiguas provincias de la URSS, como Ucrania y Georgia. La alianza le abrió las puertas a ambos países en una cumbre efectuada en Bucarest en 2008. Rusia se encuentra rodeada de países hostiles, armados hasta los dientes por la OTAN. Figuras señeras de la diplomacia estadounidense, como George F. Kennan y Henry Kissinger, advirtieron que esto constituía un profundo error, que se pagaría caro. Estos y otros detalles se encuentran en un fascinante nuevo libro de M.E. Sarotte, Ni una pulgada más: Estados Unidos, Rusia y el punto muerto de la post-Guerra Fría (Yale University Press), que pone la actual tragedia de Ucrania en perspectiva.

La invasión rusa a Ucrania constituye una violación del Derecho Internacional y el sufrimiento que ello está causando al pueblo ucraniano es inaceptable. Chile ha hecho bien en condenarla. Dicho eso, lo urgente ahora es buscar una salida diplomática a una guerra perfectamente evitable, que la ceguera de las partes no hizo sino precipitar. En momentos en que muchos llaman a que Estados Unidos establezca una zona de exclusión aérea sobre Ucrania y le provea de aviones caza bombarderos MiG al gobierno ucraniano, lo que podría llevar a la Tercera Guerra Mundial (sino al holocausto nuclear), ha llegado la hora de ponerle paños fríos al conflicto.

El Alto Representante de Exteriores de la Unión Europea, Josep Borrell, ha llamado a China a mediar en el conflicto. Si hay un país que puede hacerlo, es China. La estrecha relación del Presidente Xi con Putin (a quien se refiere como “su mejor amigo”), y con quien se ha reunido ya en 38 ocasiones, lo pone en una posición inmejorable para estos efectos. Beijing puede utilizar sus buenos oficios con Moscú, Washington y Bruselas, para una salida negociada que incluya algún grado de “finlandización” (esto es, de neutralidad) de Ucrania y un compromiso, en los hechos, que no ingresará a la OTAN. Rusia, a su vez, puede retirar sus tropas y comprometerse a no interferir en los asuntos internos de Ucrania, como lo ha hecho en Finlandia, ya por 70 años. Muchos dirían que ha llegado la hora de la diplomacia china. Veremos si logra prevalecer en la peor crisis que enfrenta Europa desde 1945.

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