Deuda pendiente

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La ministra de Educación concurrió ayer al Congreso para abordar el proyecto de educación parvularia.


¡Qué fácil es prometer, pero qué difícil resulta cumplir! En 2013, el Congreso aprobó de forma unánime un cambio a la Constitución que extendió el acceso gratuito y universal a la educación parvularia a partir de los dos años. Todavía recuerdo cómo los mismos parlamentarios en aquel entonces se largaron a aplaudir para celebrar este gran avance en materia de derechos sociales. Era imposible no pensar que dichos aplausos eran sinceros y que este compromiso que adquiría Chile con sus nuevas generaciones se convertía en un deber moral. Lamentablemente, la historia probó lo contrario. Inmediatamente después de la aprobación de dicha modificación se presentó un proyecto que materializaba esta promesa, creando una subvención para los niveles medios, que atienden a niños de dos y tres años, que duerme plácidamente en el Congreso (actualmente existe subvención a partir de prekínder, que atiende a niños de cuatro años). No deja de ser decepcionante el poco interés que han manifestado nuestros parlamentarios y los gobiernos por cumplir aquella promesa que hoy es deuda.

Han tenido que pasar cinco años para que podamos retomar esta promesa y cumplir con nuestra palabra. Por fin el gobierno vuelve a presentar un proyecto que materializa el acceso universal y gratuito a la educación inicial a partir de los dos años; probablemente, el proyecto más importante del gobierno en educación. Este proyecto crea una subvención para los niveles medios de la educación parvularia, que puede ser impetrada tanto por jardines infantiles como por establecimientos escolares reconocidos por el Estado y sin fines de lucro. El monto por niño es muy superior al que reciben hoy los jardines infantiles privados, que son financiados con recursos del Estado a través de los convenios con la Junji y la Fundación Integra, permitiendo mejorar las condiciones en que son atendidos los niños y terminar con las groseras discriminaciones que hace el Estado entre niños de igual condición en función de la institución en la que estudian (según las estimaciones de la Subsecretaría de Educación Parvularia, un niño que asiste a un jardín administrado por la Junji recibe más del doble de recursos que uno que asiste a uno privado con convenio con la Junji, y un poco más de un cuarto de recursos adicionales que los niños atendidos por Fundación Integra). Además, el sistema de financiamiento propuesto es equitativo, pues el monto inicial se complementa con una subvención adicional para los estudiantes que pertenecen al 40% de las familias más vulnerables del país y otra subvención para niños que presentan necesidades educativas especiales. Con ello se reconocen las diferencias en el costo de educar a niños con características observables diferentes, permitiendo atender mejor a sus necesidades.

Sin embargo, a pesar del acuerdo transversal que existe sobre la importancia de la educación parvularia para el desarrollo pleno de nuestros niños, a pesar de la evidencia que nos señala los beneficios que conlleva invertir en esta edad, no se observa en el ambiente político voluntad por avanzar en este respecto. Así como el gobierno no le ha dado al proyecto la tribuna que se merece, la oposición ha salido a criticar nimiedades. Es verdad que podríamos discutir eternamente si la subvención es o no el mejor mecanismo para financiar la educación y también es verdad que el proyecto es susceptible de mejoras, pero lo que es innegable es que este proyecto mejora sustantivamente la calidad de vida de los niños en Chile y sus familias. Es de esperar que la mezquindad, tan propia de la naturaleza humana, no se imponga en la tramitación de este proyecto y prime una actitud generosa que permita saldar esta deuda y mejorar las condiciones de vida de las personas, que es el fin último de la política.

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