Dobra Lusic

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La jueza Dobra Lusic


¿Era ella una jueza con un desempeño profesional reprochable, por lo que evidentemente no merecía acceder a la Corte Suprema, y de la cual se pudiera presumir un patrón de comportamiento oscuro o corrupto? La respuesta es categóricamente no. ¿Se ventilaron acciones, decisiones y conductas durante su proceso de nominación, que ella no supo justificar o que su explicación resultó insatisfactoria? Es muy probable que sí. ¿Se equivocó la jueza al disparar contra la prensa y los medios de comunicación, como culpando al cartero por ser portador de malas noticias, e incluso promoviendo una mayor regulación o censura? No cabe la menor duda.

Con todo, Dobra Lusic fue la víctima de un sistema que no da para más y cuya legitimidad no solo ha sido cuestionada por la opinión pública y las organizaciones de la sociedad civil, sino también empieza a hacer agua al interior de los mismos tres poderes del Estado que fueron protagonistas de este proceso.

Lo primero es constatar que resulta insoslayable desconocer o desentenderse de las orientaciones políticas o valóricas de los candidatos que postulan a éste u otros altos cargos de la administración estatal. Y es justamente por eso que no es posible contar con procedimientos neutros o asépticos que soslayen la consideración ideológica en estas decisiones, por lo cual es mejor transparentar esta cuestión y no tratar de esconderla o hipócritamente llamarla de otra manera.

Sin embargo, lo segundo es insistir que el necesario equilibrio o diversidad política que resulta saludable exista en cualquier organismo colegiado, no puede consistir en un cuoteo que le otorga plazas o cargos a una y otra coalición, como quienes despostan un animal sin ninguna otra consideración que no sea satisfacer el turno.

Tanto un alto estándar en los requisitos profesionales y técnicos, como la necesaria idoneidad moral para desempeñar el cargo, y todo sin olvidar las tendencias que son parte de nuestra discusión pública, no pueden terminar cediendo al majadero y espurio "me toca".

Por último, y creo que este reciente episodio nos ilustra al respecto, es que estos criterios que antes he mencionado deben ser satisfechos a la luz de un nuevo estándar que impone la sociedad, ciertamente más exigente y políticamente menos comprometido, especialmente de cara a un proceso cuya publicidad, apertura y transparencia contribuyan a la mayor legitimidad de nuestras instituciones; las que, aunque a ratos se nos olvida, siguen dependiendo de las personas que las componen.

Esta vez "le tocó" a Dobra Lusic, aunque en un sentido distinto al que ella esperaba.

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