Opinión

Dorothy, los parásitos y las hormigas

Santiago, 14 de Octubre de 2025. Encuentro Nacional de La Empresa en su version 2025 desde el centro de eventos Metropolitan Santiago Presentación de Dorothy Perez, Contralora General de la Republica Diego Martin /Aton Chile Diego Martin

La rockstar de Enade fue la contralora Dorothy Pérez, que ha causado impacto con sus innovaciones, hallazgos y énfasis en su mandato en la CGR. Sobre todo, por demostrar que sí se pueden hacer cambios relevantes dentro del marco institucional existente, que estos pueden ser por etapas, y que desde ese piso -de logros y renovada confianza- se pueden ir haciendo mejoras permanentes. Es decir, que no es necesario partir de cero en una institución, sino hacer reformas continuas.

No solo fue ovacionada de pie en la Enade, sino que hizo palidecer el debate presidencial posterior, que no logró despegar nunca hacia una mayor altura, hacia discutir lo que realmente es importante, o hacia poder inspirar al menos un poco de esperanza y optimismo.

Ya han comenzado, empero, a surgir voces de alerta sobre el “fenómeno Dorothy”. Que se debe cuidar, que fue casi político su discurso, que no se debe creer tanto elogio, entre otros puntos.

¿Tienen razón quienes alertan que tanta calidad de “rockstar” puede afectar negativamente su trabajo y a la Contraloría?

Veamos.

No deja de ser revelador el hecho de que haya cierta alarma cuando es una mujer la que brilla. Si fuera un contralor varón, ¿habría los mismos temores porque se le podrían ir los humos a la cabeza?

Por otro lado, es cierto que debe cuidar la credibilidad y el prestigio ganado, tanto para la Contraloría como para ella. Pero no se ven en ella elementos hasta hoy como para fundamentar temor. La presencia en la esfera pública de la contralora Dorothy Pérez no se ha basado en buscar popularidad en redes sociales (como el famoso “Contralorito” de su antecesor), ni tampoco en los medios. De hecho, no da entrevistas, lo cual es bastante sintomático de que no es una figura que busque protagonismo. Ha hablado en seminarios, donde ha expresado ideas, acciones y puntos de vista; así fue en el CEP, en la USEC y ahora en la Enade. Y no habla sino de lo que ha hecho y, más importante aún, lo que quiere hacer, pues lo de la fiscalización de “enfermos viajeros” no es algo aislado. Quiere usar tecnología e innovación para conocer información que, al mismo momento de saberse públicamente, puede cambiar la realidad. El hecho de que las licencias médicas hayan bajado inmediatamente después de conocerse los hallazgos de la CGR lo demuestra. El objetivo es, además de evidenciar el mal uso de recursos públicos, disuadir a que estas conductas normalizadas se repitan. O que al menos tengan más costos.

Este método de trabajo es importante de explicar y difundir, no para que Dorothy sea famosa, sino porque debería ser replicado en otros órganos del Estado y de la vida pública, donde a menudo el “no se puede” mata toda iniciativa de cambio y mejora. Y también debe conocerse y difundirse hoy, especialmente en momentos en que se intenta instalar la narrativa de que todos los funcionarios del Estado serían “parásitos”. Dorothy Pérez encarna y muestra otra realidad. La de las personas que, como ella, llevan una vida como funcionarios públicos, no como parásitos, sino trabajando como hormigas para sacar adelante la tarea. Es una figura parecida a Carmen Gloria Valladares: hace recuperar la confianza en las instituciones en general. Por cierto, en el Estado hay funcionarios mal evaluados y algunos corruptos, pero no todos -ni la mayoría- son así.

Por último, viendo su trayectoria, no parece tan fácil que Dorothy Pérez se encandile con esta inesperada celebridad, pues ha estado arriba y también ha estado abajo. Conoce las luces y también las sombras del poder. Su historia en la Contraloría da para serie, y una de varias temporadas (y, por cierto, no cabe aquí). Solo basta decir que en la Contraloría partió su carrera, recién recibida de abogada, y allí ha pasado la mayor parte de su vida laboral. Tuvo distintas responsabilidades, cada vez mayores, en las que fue nombrada por los contralores Ramiro Mendoza y Jorge Bermúdez. Este último la ascendió a subcontralora. Pero los choques y diferencias entre ambos -ampliamente documentados en la prensa de la época- culminaron con que Bermúdez la despidió. Pero Pérez lo demandó y ganó en todas las instancias, incluida la Corte Suprema. Bermúdez la tuvo que reincorporar, pero la dejó congelada; no le hablaba. Sus labores quedaron limitadas al rol de jueza de cuentas, al mando de un pequeño equipo. Ella siguió trabajando, con disciplina férrea. Tras la salida de Bermúdez, asumió como contralora subrogante. Y tan bien lo hizo que, aunque no era la favorita, fue finalmente la elegida, y se convirtió en la primera contralora de la historia de Chile. Si alguien conoce las veleidades del poder, es ella.

Dorothy Pérez no es infalible, ni perfecta, ni santa, ni es buena idea canonizar a nadie. Pero no parece haber, hasta ahora, razones para preocuparse de que brille tanto. Y es un buen síntoma que sea a personas como ella a quienes la sociedad esté admirando como modelos de rol y figuras de inspiración.

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