SEÑOR DIRECTOR:

Muchas personas han tildado de loco al Presidente electo de Argentina, Javier Milei, por las formas que ha mostrado en el camino a la Casa Rosada, a veces gritando en paneles de televisión, interrumpiendo airadamente, tratando mal a quien tiene ideas contrarias... Formas. Podremos estar de acuerdo o no en si estas fueron apropiadas, pero no haría mal ir al fondo del asunto.

Milei es un seguidor de grandes economistas de la escuela austriaca, como Ludwig von Mises o Murray Rothbard. Estos dos economistas -a diferencia de otros como Keynes o Marx-, lamentablemente, son bastante desconocidos; sin embargo, sus ideas son de una enorme potencia. Estas directrices seguidas por Milei son la libertad (de ahí su típico fin de discursos: “¡Viva la libertad, carajo!”), libertades que se pueden aterrizar de forma más concreta en la vida real, como una férrea defensa de la superioridad del mercado libre, lo valioso que es la competencia para el progreso, una menor intromisión del Estado (ojalá mínima, o cero en el óptimo filosófico), y la cooperación social voluntaria, nunca a la fuerza.

De estas ideas se desprende que la llamada justicia social sea, en realidad, injusta, por cuanto aquella es una ingeniería estatal que reconfigura a su antojo lo que el mercado y las personas actuando libre y voluntariamente han acordado.

Milei también gusta de la evidencia empírica, algo más bien tomado de Friedman (el pequeño gigante de la escuela de Chicago), lo que le ha permitido ver con claridad que países más libres tienen mejores indicadores en ingreso, pobreza, desigualdad y medio ambiente, entre muchos otros.

Así las cosas, el flamante nuevo Presidente de Argentina parece no estar tan “loco”, sino más bien ser un amante de la libertad, aspecto central para alcanzar el progreso de las personas; algo que sin duda le hace mucha falta a la mayor parte de la región, inundada de ideas colectivistas, donde es el Estado el que tiene el control absoluto.

Félix Berríos Theoduloz

Economista