
Emergencia educativa y exclusión escolar

Por Alejandra Sepúlveda, directora ejecutiva de ComunidadMujer
A días del inicio de un año escolar incierto para 3,6 millones de niños, niñas y adolescentes (NNA), y en medio de un proceso de vacunación contra el Covid-19 que nos ha devuelto la esperanza, enfrentamos una emergencia educativa de gran envergadura que demanda menos política y mayor diálogo. Hoy solo caben acuerdos amplios sobre cómo implementar una vuelta a clases presencial y/o híbrida que brinde confianza a las familias y a las y los profesionales del sistema, y equipare las oportunidades para el estudiantado.
Es claro. No podemos sortear otro año sin un proceso de aprendizaje regular. La extendida interrupción de los servicios educativos presenciales y de otras actividades esenciales, aun cuando fue concebida como medida de protección a la salud, ha puesto en jaque derechos fundamentales, como el de una educación inclusiva, equitativa y de calidad, e incrementado el riesgo de exclusión escolar, principalmente entre los y las jóvenes expuestos a mayor vulnerabilidad.
No solo importa que uno de cada 20 estudiantes experimentó algún tipo de interrupción o cambio en su experiencia educativa formal en 2020 (CIAE, U. de Chile); también que, en el peor escenario, 81.099 NNA entre 6° Básico y 4°Medio podrían haberse desvinculado del sistema educativo, sumándose a los 289.115 registrados en 2019 (Mineduc). Estos indicadores encienden las alarmas. El abandono del sistema, que se funda en factores individuales, familiares, escolares y sociales, provoca bajos niveles de educación que acrecientan las dificultades de acceso al mercado laboral y el vivir situaciones de pobreza y exclusión social (Eurostat, 2020). Debemos hacernos cargo.
Los roles tradicionales de género están presentes en los factores que gatillan la exclusión escolar: trabajo infantil y adolescente remunerado, en el caso de los hombres; la maternidad adolescente y el trabajo doméstico y de cuidado no remunerado en las mujeres. Casi la cuarta parte de las niñas de 12 años y más ha sido madre adolescente (Casen, 2017) y se espera que esta cifra aumente con la pandemia, por el incremento de la violencia de género.
¿Cómo avanzamos? Primero, con una estrategia de gestión de emergencias y recuperación con perspectiva de género. Segundo, garantizando el derecho a la educación de calidad y no sexista para NNA, la detección y prevención oportuna de riesgos de exclusión con un enfoque amplio, y estableciendo de una vez por todas la protección integral de los derechos de la niñez.
Fortalecer el Subsistema Nacional de Apoyos y Cuidados y poner en marcha un plan nacional de prevención y protección del embarazo adolescente también resulta clave. Por cierto, apostar por la educación para la igualdad de género y la corresponsabilidad desde la primera infancia ayudará, sin lugar a dudas, a que cuando tengamos que afrontar otras crisis en el futuro, estas no golpeen tan profundamente a NNA, avanzando hacia una sociedad igualitaria y sostenible. ¡Máxima prioridad en la educación! No hay tiempo que perder.
COMENTARIOS
Para comentar este artículo debes ser suscriptor.
Lo Último
Lo más leído
1.
4.
Este septiembre disfruta de los descuentos de la Ruta del Vino, a un precio especial los 3 primeros meses.
Plan digital + LT Beneficios$3.990/mes SUSCRÍBETE