Escalada de violencia en los delitos

La proliferación de delitos como homicidios y robo con violencia está afectando dramáticamente la calidad de vida de la población y puede generar una peligrosa espiral muy difícil de contener.



El reciente asesinato de dos hinchas de un club de fútbol, y las imágenes de una ciudadana repeliendo con su propia arma un intento de robo de su vehículo, son hechos que recuerdan el estado de inseguridad y temor en que se encuentra sumido el país. No debe extrañar que el último índice elaborado por la Fundación Paz Ciudadana muestre que los niveles de temor han aumentado en forma significativa. Según dicho informe, las personas que dicen sentir un alto nivel de temor aumentaron 7,6 puntos porcentuales, alcanzando un 28% a nivel nacional, la cifra más alta en los 22 años que ha registrado el instrumento.

Este aumento del temor se ha desacoplado respecto de la victimización, que de acuerdo con el estudio sigue sin cambios estadísticos significativos: en el 32% de los hogares alguno de sus miembros fue víctima de un robo o intento de robo -similar a lo registrado en la medición de 2021-, porcentaje que sigue manteniéndose entre los tres más bajos de los últimos 20 años.

Los años 2020 y 2021 fueron anómalos en lo que respecta a la comisión de delitos, pues producto de las fuertes restricciones que impuso la pandemia los delitos en general mostraron bajas estadísticamente significativas. Pero éstos han vuelto a repuntar fuertemente a partir de este año, asimilándose a lo que ocurría en 2019, algo particularmente evidente en el primer semestre.

Si bien el número total de delitos puede no ser muy distinto de lo que se observaba antes de la pandemia -que ya estaba en niveles muy preocupantes-, es un hecho que en el último tiempo se ha observado un incremento de los delitos más violentos, en particular en el caso de los homicidios y robos con violencia -como “portonazos” o “encerronas”-, lo que probablemente explica por qué el sentimiento de temor se ha apoderado de la ciudadanía, y por qué la delincuencia ha escalado hasta convertirse en la mayor preocupación de la ciudadanía. Las balaceras en plena vía pública y los ajusticiamientos se han vuelto algo cotidiano, fundamentalmente de la mano del crimen organizado. La propia Subsecretaría del Interior había relevado este punto, al hacer ver que hasta agosto se habían registrado 603 homicidios, tendencia que de mantenerse podría llevar a que 2022 cierre con un triste récord. En el 60% de estos crímenes se han utilizado armas de fuego, lo que es indicativo no solo de que las armas ilegales proliferan sin mayor control, sino que hay asociado un mayor nivel de violencia.

Si este flagelo no se detiene a tiempo, las consecuencias serán muy peligrosas para la sociedad. Desde luego, la gran mayoría de la población se ha visto en la necesidad de alterar sus hábitos de vida o adoptar una serie de acciones ante el temor de ser víctimas de la delincuencia o de un delito violento. Asimismo, aumenta el riesgo de que algunos se sientan con el derecho a tomar la justicia en sus propias manos frente a la incapacidad del Estado para brindar seguridad, y desde luego la violencia genera una espiral que se hace cada vez más difícil de contener.

El gobierno recientemente ha convocado a todos los sectores a un acuerdo nacional en seguridad. Es momento de que todos los estamentos aquilaten la importancia de que el Estado sea capaz de controlar la delincuencia y la violencia asociada a esta, para lo cual deben disponerse de los recursos y capacidades que se requieran, terminando con cualquier actitud dubitativa respecto del uso de todas las herramientas que la ley provee para combatir el delito.

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