SEÑOR DIRECTOR:

Los incendios forestales comienzan a hacer noticia. Se destacan cifras y se hacen puestas en escena que generan expectativas que en la última década se han derrumbado con más habitualidad de lo deseado.

En seis temporadas hemos tenido récord histórico en afectación a superficie, siendo la temporada pasada la más catastrófica desde un punto de vista multidimensional y la más mortífera. Básicamente, el “desastre histórico” ha pasado a ser una constante.

Las condiciones meteorológicas y topográficas son conocidas, pero no son manejables. Algo similar ocurre con la disponibilidad de combustible y sus características, al menos en el corto plazo.

En estas variables sabemos que el potencial de la actual temporada, como también ha sido en la última década, es catastrófico. El gobierno lo conoce con anticipación y también muchos lo hemos advertido. Pero al momento de los anuncios se repite el libreto, dando a entender que ahora sí estamos preparados.

Históricamente, el 1% de los incendios son los que se asocian al 76% del daño. Pero siempre puede ser peor: el año pasado, el 2,4% de incendios provocó el 92% del daño. En simple, nuestra preparación no es capaz de abordar incendios que puedan tener rápida propagación.

Pero, ¿estamos mejor preparados? Las condiciones de base y conocidas son peores que años pasados. El Ejecutivo anunció un incremento del presupuesto de casi 50%, no obstante, en estas emergencias se requiere gestión y logística.

Se sube de 63 a solo 70 aeronaves, y el 80% de ellas siguen siendo livianas, por lo cual, parece equivocado dar excesiva relevancia a dos buenos recursos, como son el Aero Tanker y el C-130 modificado que se anunció esta semana, cuando todo indica que seguimos la mala “tradición histórica” de estar dependiendo de una variable que conocemos pero que no controlamos: el clima, pues la resistencia al cambio y la autocomplacencia es más fuerte.

Michel De L’Herbe

Consultor en Emergency Management