Opinión

La jugada pragmática de la DC

La jugada pragmática de la DC

La decisión de la Democracia Cristiana de respaldar a Jeannette Jara y pactar con el oficialismo marca un giro estratégico que busca asegurar su supervivencia institucional. No se trata de un acto simbólico menor, sino de una jugada política con efectos de fondo. La DC decidió respaldar la candidatura presidencial de Jara y sumarse a una lista parlamentaria única con el oficialismo. Para algunos, es un acto de claudicación ideológica; para otros, una jugada racional que busca asegurar su supervivencia política. La decisión reconfigura el tablero en tres niveles estratégicos clave.

Primero, permite a Jara proyectar una candidatura que trasciende a su coalición original. Hasta ahora, su campaña arrastraba el peso de ser exclusivamente de izquierda, lo que dificultaba conectar con el electorado moderado. El apoyo democratacristiano —aunque de escaso peso electoral— tiene alto valor simbólico: muestra apertura, moderación y voluntad de articular mayorías. En un escenario de segunda vuelta, donde el centro puede definir el resultado, esa imagen de transversalidad será más importante que el número exacto de votos que la DC pueda movilizar.

Segundo, el pacto parlamentario entrega una señal clara de cohesión dentro del oficialismo. A diferencia de la derecha, donde la tensión entre Evelyn Matthei y José Antonio Kast mantiene la indefinición sobre listas y apoyos, el oficialismo logra ordenar su oferta. Esa foto de unidad puede tener efectos en la opinión pública: mientras un sector se fragmenta, el otro se alinea. No es poca cosa en un sistema donde el votante sanciona la dispersión.

El tercer punto —y probablemente el más determinante para la DC— es la lógica de sobrevivencia. Las actuales reglas del sistema político obligan a los partidos a superar umbrales más exigentes para mantener su legalidad y financiamiento. Declarar libertad de acción o rechazar a Jara habría condenado al partido al aislamiento. Al anclarse a una candidatura competitiva y a una lista unificada, la DC no traiciona su historia, sino que apuesta por seguir existiendo.

La apuesta de la DC tiene fundamento comparado en la literatura politológica, desde Ángelo Panebianco hasta Steven Levitsky, ha demostrado que los partidos tradicionales que enfrentan procesos de declive pueden sobrevivir si logran reformular alianzas, adaptar sus estructuras internas y actualizar su identidad política frente a un entorno cambiante. Panebianco sostiene que la supervivencia depende de la capacidad de los partidos para mantenerse relevantes dentro de nuevas configuraciones de poder, lo que implica abandonar rigideces doctrinarias y operar con mayor flexibilidad estratégica. Levitsky, ha mostrado cómo los partidos, deben aprender a modular sus identidades sin disolverse, buscando acuerdos amplios que les permitan incidir en el sistema desde nuevas posiciones. Casos como el de la Democracia Cristiana italiana tras los 90 o la Socialdemocracia portuguesa postcrisis lo prueban.

La lección es clara: los partidos que entienden a tiempo la necesidad de redefinirse pueden no solo sobrevivir, sino también reinsertarse con eficacia en el juego político. La apuesta de la DC en Chile no debe verse como una renuncia, sino como una tentativa de reconstrucción estratégica frente a una realidad institucional que ya no admite neutralidad ni inmovilismo. En política, los símbolos importan. Hoy el gesto de la DC permite a Jara ampliar su margen, al oficialismo proyectar orden y al partido evitar la extinción. No es poco.

Por Marco Moreno, director Centro Democracia y Opinión Pública, U.Central

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