La parábola de la rotonda
SEÑOR DIRECTOR:
Para Nietzsche, en su teoría del eterno retorno, todo lo que ha pasado volverá a pasar. Los momentos y las experiencias se volverán a repetir una y otra vez, inevitablemente, en un loop eterno. Esa teoría tiene un correlato urbano en la rotonda: una calle circular en que se puede andar en movimiento circular, sin interrupciones, eternamente.
A cinco años del estallido social -que tuvo precisamente a una rotonda como espacio protagónico- el estado de las cosas parece seguir girando en círculos. Toda la rabia acumulada que tomó forma de memorables manifestaciones colectivas y de crímenes imperdonables contra la ciudad, parecen no haberse salido de su propio loop.
En arquitectura, la crisis de la vivienda -que detonó intervenciones urbanas tan creativas como críticas en 2019- no solo sigue igual, sino que se ha agudizado. La precariedad es manifiesta, los campamentos crecen y la marginalidad con ellos. En términos de ciudad, lo mismo: proyectos de democratización del espacio público, como el de los cerros isla, no encuentran financiamiento y se postergan, para luego volver a anunciarse y volver al modo espera. Mientras tanto, los problemas sociales van y vuelven, en un Santiago que sigue girando en esa lógica del contraste entre una ciudad que permite vivir como en la mejor capital europea o como en el sitio más peligroso de la ciudad más peligrosa.
La evidencia indica que no hay peor motor que la rabia y no hay peor caudillo que quien se aprovecha de ella. Si vuelve a ocurrir un estallido, en 20, 50 o 100 años más, va a ser exclusivamente porque no supimos salir de la rotonda.
Gonzalo Schmeisser
Académico Escuela de Arquitectura UDP
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