La polarizada campaña electoral de EE.UU.

La clave de las elecciones de noviembre no estará en los cuestionamientos al estilo del actual Mandatario, sino en quien sea visto como la mejor carta para sacar al país de la actual crisis económica.


Con el cierre de las convenciones partidarias de demócratas y republicanos, realizadas en las últimas dos semanas, culminó el proceso de nominación de los dos principales candidatos presidenciales en Estados Unidos y la campaña electoral entró en su periodo más intenso, que culminará con las elecciones del 3 de noviembre próximo. Tanto el Presidente republicano como el abanderado demócrata insistieron en sus discursos de aceptación que el país está frente a una elección histórica que puede marcar el rumbo de Estados Unidos. Aunque los motivos de ese carácter trascendental de los comicios de noviembre son muy distintos para uno y otro candidato. Un hecho que deja además en evidencia la profunda polarización que atraviesa la sociedad estadounidense y que, si bien se inició en la década pasada, la actual administración republicana lo ha intensificado de la mano de un Presidente que se caracteriza por su carácter disruptivo y su estilo provocador.

El camino que se inicia ahora, sin embargo, no está definido por la sorpresa que encarnó el actual Mandatario en las elecciones de 2016, sino por el balance de los últimos cuatro años y las expectativas de cómo serán los próximos cuatro. Un proceso que se vuelve aún más complejo para el actual Mandatario, considerando el escenario económico, sanitario y social que enfrenta hoy Estados Unidos. Si bien es cierto que hasta febrero el Presidente podía exhibir un exitoso manejo económico, que había llevado al país a registrar las menores cifras de desempleo en 50 años, la pandemia de coronavirus cambió radicalmente ese escenario. Hoy, Estados Unidos atraviesa la peor crisis económica desde la Gran Depresión, con un desempleo que supera el 11% y una economía que se derrumbó un 31,7 % en el segundo trimestre. Una situación que se suma a un cuestionado manejo de la emergencia sanitaria, que tiene a ese país liderando el número de contagios y la cantidad de muertos por Covid-19 en el mundo. Y una crisis social que ha desatado los peores disturbios raciales en ese país desde 1968, panorama que ha revertido el claro favoritismo que tenía Trump a principios de año.

Pero si bien hoy el candidato demócrata está encabezando los sondeos con una ventaja promedio de siete puntos y lidera en los principales estados clave para la elección de noviembre, dar por seguro su triunfo es arriesgado. No solo porque no logró capitalizar en las encuestas la reciente convención demócrata, sino porque ha venido mostrando un sostenido retroceso en su ventaja desde junio pasado, cuando llegó a estar 13 puntos por sobre el Mandatario. Varios sondeos muestran, a su vez, que el actual Presidente no solo cuenta con una menor tasa de rechazo que el 2016, sino que supera por 10 puntos a su rival demócrata ante la consulta de quién manejaría mejor la economía. Y para el 79% de los estadounidenses, ese tema es hoy su principal preocupación.

No debe extrañar que Trump insistiera en recordar sus éxitos económicos (hasta inicios de año) y culpar a China del coronavirus y sus efectos. Todo ello puede terminar siendo decisivo, porque finalmente la clave de quien gane en noviembre no estará en el clima que prima en Washington ni en el estilo del Presidente, sino en quien sea percibido como la mejor carta para sacar a EE.UU. de la severa crisis causada por la pandemia.

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