Opinión

Naciones Unidas

La reciente participación del Presidente Boric en la Asamblea General de la ONU, así como la candidatura de la expresidenta Bachelet a la Secretaría General, han suscitado un debate crítico sobre el valor y la vigencia del sistema multilateral. En algunos sectores de la derecha se ha instalado un discurso que busca reducir a la ONU a una burocracia obsoleta, ideologizada, irrelevante e ineficaz. Un abogado, en este medio, la calificó de “Naciones Inútiles”. Estas críticas revelan un profundo desconocimiento de su funcionamiento y de los logros concretos que ha alcanzado.

Es cierto que Naciones Unidas requiere reformas profundas. El orden internacional de 1945 dista mucho del actual, y es evidente que la estructura institucional debe actualizarse para reflejar de manera más equilibrada la distribución del poder y responder a los desafíos actuales. Sin embargo, la necesidad de reformas no debe confundirse con la negación de los aportes históricos y presentes de la ONU.

En el plano histórico, a Naciones Unidas le debemos el proceso de descolonización: más de 80 colonias alcanzaron la independencia bajo el marco jurídico provisto por la Carta de la ONU. También le debemos la adopción de tratados internacionales esenciales como el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos o el Tratado sobre la Prohibición de las Armas Nucleares. El derecho del mar, que establece nuestro mar territorial, zona económica exclusiva y plataforma continental, se codificó bajo el auspicio de Naciones Unidas. En salud, la erradicación de la viruela fue posible gracias a campañas lideradas por la Organización Mundial de la Salud. Asimismo, el Fondo Mundial contra el SIDA, la Tuberculosis y la Malaria ha movilizado recursos sin precedentes para salvar millones de vidas.

La labor presente de la ONU es igualmente significativa. Actualmente existen once operaciones de mantención de la paz en el mundo, con cerca de 60.000 efectivos militares desplegados. En Costa de Marfil, la ONU fue un actor decisivo para poner fin a la guerra civil, organizando elecciones presidenciales y permitiendo el retorno de 250.000 refugiados. En Chipre, la ONU mantiene una operación con 1.000 efectivos que garantizan la línea de cese al fuego entre Grecia y Turquía. Esta misma semana, el Consejo de Seguridad autorizó el despliegue de una nueva “Fuerza de Supresión de Pandillas” en Haití, con el mandato de adoptar todas las medidas necesarias frente a la violencia y el crimen organizado en ese país.

El Programa Mundial de Alimentos de la ONU, alcanzó en un solo año a más de 120 millones de personas, distribuyendo millones de toneladas de comida, 2.000 millones de dólares en transferencias directas y 146 millones de vouchers, además de programas escolares que entregaron alimentación a más de 20 millones de niños.

La ONU no es perfecta, pero tildarla de irrelevante, ideologizada o inútil es desconocimiento o mala fe. Los ataques vacíos son un ejercicio de espectáculo. Lo que necesitamos no es demoler, sino impulsar reformas que fortalezcan un sistema imprescindible en un mundo interconectado como el nuestro.

Por Benjamín Salas, abogado, colaborador asociado de Horizontal

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