Nueva fase en la guerra de Ucrania

Los ataques rusos contra la población civil dan cuenta de una temeraria actitud del líder ruso, que en lugar de replegarse parece decidido a redoblar su apuesta.



A pocos días de que se cumplan ocho meses del inicio de la invasión rusa a Ucrania, el conflicto ha entrado en una nueva fase. Los ataques ordenados por el Presidente Vladimir Putin contra territorio ucraniano y que afectaron directamente a la población civil marcaron el cruce de una nueva línea roja en un conflicto donde los límites se han venido traspasando sostenidamente. El primera se cruzó en febrero cuando el Kremlin decidió invadir masivamente el territorio ucraniano, en la primera violación abierta de la soberanía de un estado por parte de otro en Europa desde el inicio de la Segunda Guerra Mundial. Y con lo sucedido hace poco más de una semana, repetido ayer con el ataque mediante drones de fabricación iraní –los que han dejado más de 30 personas fallecidas- no sólo se superó otro límite, sino que el gobernante ruso dejó claro que no está dispuesto a retroceder.

Las acciones lanzadas la semana pasada contra Kiev y otras localidades ucranianas se produjeron sólo horas después de que una explosión destruyera parcialmente el puente de Kerch, la mayor obra de ingeniería del Kremlin en los últimos años y que logró el sueño de los zares de unir la península de Crimea con territorio ruso. Tras el ataque, el propio gobernante de Rusia anunció una dura respuesta contra Ucrania, que se concretó con la ola de misiles lanzados contra las principales ciudades de ese país. Era ingenuo pensar que una acción como la realizada contra uno de los mayores orgullos de Vladimir Putin quedara sin respuesta; sin embargo, la magnitud y características de la acción dejaron claro que la estrategia del Kremlin ante los evidentes reveses que ha sufrido en las últimas semanas no es el repliegue sino redoblar la apuesta.

La decisión de Putin de anexar cuatro provincias del este de Ucrania, tras la realización de sendos referendos no reconocidos por la comunidad internacional, fue sólo la primera de una serie de señales que dan cuenta de que el camino hacia la victoria total, a la que apostaba tras invadir el país en febrero pasado, está lejos de lograrse. La anexión fue una respuesta ante el sostenido avance de las fuerzas ucranianas, que han ido recuperando territorio en el este del país. Reveses militares que forzaron al Kremlin a anunciar un llamado parcial a reservistas, cuya respuesta fue una fuga masiva de ciudadanos rusos y que se suman, según informes de inteligencia occidentales, a una pérdida de equipamiento militar y una baja en la moral de las tropas rusas. Un escenario que parece tener acorralado al líder ruso y que eleva los temores de Occidente sobre cómo podría reaccionar.

Si bien algunos analistas han especulado que Putin está intentando con sus acciones forzar a Occidente a abandonar Ucrania, considerando que los costos de apoyarla pueden ser mayores que los de no hacerlo, en la práctica el resultado ha sido el contrario. La Unión Europea acordó ayer el entrenamiento y asesoría del Ejército ucraniano y ha anunciado una radical estrategia para hacer frente a los actuales cortes de gas ruso y terminar así con la dependencia energética de ese país. Una respuesta que podría llevar a Putin a seguir elevando la apuesta. El eventual uso de armas nucleares tácticas, por ejemplo, aparece hoy como la principal amenaza. Analistas rusos y ucranianos coinciden en que para Putin los costos de usarlas son mucho mayores a sus beneficios. Sin embargo, en una guerra donde los límites se han venido superando día a día, no es posible descartar ninguna opción.

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