Opinión

Placer culpable

“Me voy a permitir una libertad. Feliz cumpleaños, Evelyn”, con esas palabras y cruzando el set para regalarle una flor a la candidata de Chile Vamos, Johannes Kaiser desplegó su momento televisivo en el debate de Anatel. “Danke schön” le dijo, en alemán, una sonriente y emocionada Matthei.

El abrazo entre dos de los contendores presidenciales de la derecha tiene varios mensajes asociados. En lo inmediato, sella una estrategia de última milla en que ambos han optado por distanciarse de José Antonio Kast quién, a su vez, los ignora disciplinadamente para mantenerse en una confrontación excluyente con el gobierno y con Jara. Pero hay más.

Kaiser no solo ha mantenido su retórica identitaria en la última parte de la campaña, sino que parece haberla redoblado al enfatizar, sin necesidad de provocación, los elementos pinochetistas de su mensaje: reivindicando el golpe; hablando de indultar a violadores de derechos humanos y entonando en sus actos la estrofa del himno nacional sobre los “valientes soldados”.

Y mientras esto ocurre, Evelyn Matthei, contrario a lo que podría esperarse de una candidata que aspira a ampliar el espectro de su mensaje más allá de los muros del “sí” y el “no” de 1988 -como lo hicieron Piñera primero y más recientemente la campaña del “rechazo”-, ha optado por recibir las flores de Kaiser, devolviendo elogios y guiños a su persona (“me parece más grato que Kast”) y a su electorado (“cárcel o cementerio”).

Así las cosas, lo de Kaiser no parece ser un exotismo histriónico o anecdótico, sino un programa que le habla a una corriente política viva en términos electorales, a la que no solo apuesta representar el líder de los Nacional Libertarios, sino que opera como tercero excluido y placer culpable en las cabezas de los demás candidatos de la derecha. Kast lo omite aludiendo a su programa de “emergencia” pero lo asoma a través de sus lugartenientes y Matthei lo llama en sus actos fallidos al aludir a las muertes inevitables y al difuminar las fronteras con Kaiser.

Es cierto que se trata de solo uno de muchos cambios en su estrategia, pero el giro de Matthei permite despejar algunas dudas. Por una parte, independiente de la mayor beligerancia de última milla, no hay tal cosa como una tensión irreconciliable entre las derechas en competencia y, aunque podría haber excepciones, el grueso de sus dirigentes y sus partidos se ven apoyando a cualquiera que pase a segunda vuelta e incluso siendo parte de un mismo gobierno en caso de llegar al poder.

Junto con esto, el legado de Sebastián Piñera de construir una derecha genuinamente alejada -en forma y fondo- de la dictadura no cuenta con un candidato(a) en esta elección ni podrá por tanto tener representación en una hipotética negociación post primera vuelta en la derecha. Parafraseando su primera estrategia (la primera de las decenas que vinieron después), en esta materia la dicotomía entre Evelyn y Matthei no queda resuelta y más bien parece que ambas tocan, instintivamente, la misma tecla.

Por Camilo Feres, director de Asuntos Políticos y Sociales de Azerta

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