Por Rafael SousaPor qué Boric decidió enfrentar a Kast

El Presidente ha decidido asumir un actor protagónico en las elecciones. Su decisión contrasta con la distancia que sus antecesores tomaron respecto de los procesos electorales en su fase decisiva. Algunos hicieron guiños a sus candidatos en etapas preliminares, otros participaron de calculadas puestas en escena para visibilizarlos, normalmente con cierto pudor respecto de los límites, o habilitaron a sus voceros para que actuaran como contradictores de los candidatos opositores. Boric ha ido más allá, aunque dudo que alguna de sus acciones pueda ser derechamente calificada como intervencionismo electoral. Todos los presidentes, por lo menos en las últimas administraciones, han sido objeto de esa acusación sin mayor fundamento. Es absurdo exigirles prescindencia del debate público, incluso cuando sus participaciones superen el límite de la prudencia. Pero lo interesante en el caso de Boric no es que lo esté haciendo, sino qué lo motiva.
El involucramiento de otros presidentes, o de su círculo de confianza, ha sido impulsado por la intención de apuntalar al representante de su sector. Boric, hoy contradictor de Kast, podría estar empeñado en erosionar el apoyo del republicano, el mejor aspectado para ocupar La Moneda en 2026. Se ha dicho que este sería un error estratégico al desplazar de la escena a la candidata oficialista, lo que sería cierto si Jara estuviera en una posición sólida. Al margen de lo que se pueda opinar sobre el deber de prescindencia, si el oficialismo quiere mejorar su probabilidad de éxito tiene que correr riesgos y el involucramiento de Boric ha coincidido con una baja de Kast en las encuestas. Sin embargo, Jara no lo está capitalizando y su comando se siente incómodo con la actuación del Presidente. Dados los hechos, podríamos pensar que busca afirmar su rol como principal figura de una probable oposición. En ese afán tiene pocos competidores. Uno podría ser Jara si lograra un resultado muy por sobre lo esperado, escenario que no la liberaría de tener que pagar las cuentas por su distancia con la dirigencia del PC y del propio gobierno. Estos cálculos tampoco forman parte del estilo de Boric.
La única razón que resta para entender el protagonismo del Presidente en la recta final de la campaña es su sentido de legado. Como van las cosas, el mandatario más progresista de los últimos 35 años entregaría la banda presidencial al más conservador. Para su sector, especialmente para el Frente Amplio, esto no sería sólo una derrota electoral sino un fracaso estratégico. Boric no puede concluir su gobierno dejando dudas sobre su empeño en detener el avance conservador y sus ideas, algo que ven como el inicio de un periodo de oscuridad, una amenaza a su cultura, valores y hacia las muchas identidades que se han esmerado en representar. El mismo espíritu parece habitarlo cuando critica a Trump. Si se materializa el escenario electoral más probable, estaremos viendo las primeras señales del futuro líder de la oposición.
Por Rafael Sousa, socio en ICC Crisis, profesor de la Facultad de Comunicación y Letras UDP
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