Opinión

Preguntas colgantes

Mario Téllez / La Tercera MARIO TELLEZ

¿Qué pasó ayer? Nada imprevisible, por supuesto. José Antonio Kast obtuvo un triunfo “fuerte y claro”, las derechas llegaron al poder con un modelo nuevo y las izquierdas sufrieron su peor derrota desde la restauración democrática. Pero esto, que cierra las interrogantes electorales, abre otras, más profundas.

La primera se refiere a la posición relativa de esta elección en el desarrollo político de Chile. La elección de Kast puede ser parte de la mecánica de alternancia que se viene produciendo hace once años, por lo cual las izquierdas sólo tendrían que sentarse a esperar hasta el 2029. En el sentido estrecho, la alternancia implica la fatalidad de que el vencedor de hoy sea el derrotado de la próxima elección. En el sentido más amplio, la alternancia también podría ser un cambio fuerte de énfasis dentro del propio sector ideológico, para lo cual es preciso que emerja un traidor con la decisión necesaria.

La otra alternativa es que el cambio sea la consolidación de un nuevo clivaje que deja atrás el Sí y el No de 1988 y lo sustituye por el de orden versus violencia del 18 de octubre del 2019 (algunos dicen que por el Apruebo-Rechazo del plebiscito sobre del proyecto de la Convención Constitucional, aunque esto es un poco más discutible; en todo caso, quizás el hito importe menos que el período).

Ambas cosas no son totalmente incompatibles, pero la tesis del cambio de clivaje da a las derechas una oportunidad de que su conquista del gobierno sea más prolongada, suponiendo que las izquierdas -como se podrá saber dentro de unos meses-, mantienen la estrategia que fue derrotada ayer. En su discurso admitiendo la derrota, Jennette Jara echó mano al mantra de “la unidad”, cuyo principal promotor ha sido el presidente Gabriel Boric; pero esa estrategia, así como sus dos promotores, fueron derrotadas ayer. Sólo un sentido de total orfandad ideológica podría querer mantener las cosas igual que en la campaña de este año, que fue más o menos lo que ocurrió después del evanescente desempeño de la Nueva Mayoría entre 2014 y 2018.

La segunda interrogante es el futuro del actual gobierno. Es inevitable que el resultado final de las elecciones sea visto, entre otras cosas, como un juicio sobre el gobierno saliente. Sin el descontento sobre la gestión actual -más amplio que en otros casos-, no hay forma de entender la derrota en términos políticos. Pero esto no puede gustar al presidente Boric, ni a sus ministros y altos funcionarios, ni al grupo al que encabezó, el Frente Amplio.

Jara se empeñó en tomar distancia del gobierno y muchas veces se pasó de la raya en la dureza de sus críticas. El gobierno lo toleró como se toleran ciertas cosas ingratas, “en la noche oscura del alma”, pero Boric no puede renunciar a su defensa sin renuncia a la vez a su futuro político. Dado que Jara parece empeñada en seguir compitiendo por el liderazgo de las izquierdas -eso pasa con los candidatos: que se la creen-, la lucha por la interpretación de estos resultados será más importante en el seno de las izquierdas que frente a sus adversarios.

Y la tercera interrogante nace de aquí: si el gobierno no fue culpable de la derrota, ¿quién lo fue? Queda una sola respuesta: la candidatura, entendiendo por ésta a su origen, su desarrollo, sus consejeros y la misma candidata. Jara será culpada por diversos sectores de las izquierdas, empezando por esa barra brava que se empeñó varias veces (incluso anoche) en desintegrar sus esfuerzos de moderación. Para algunos será por izquierdista, para otros por centrista. No cabe duda de que pocos candidatos han sufrido el grado de contrariedad que le supuso el Partido Comunista, por todas las razones que alcanzó a imaginar en seis meses de campaña. El PC pudo ser al mismo tiempo el mejor sostén (por ejemplo, para ganar la primaria) y el peor lastre en este extenuante período.

Pero ¿aceptaría el PC ser el responsable de la estrepitosa caída de ayer? No: antes que eso, será el gobierno, la coalición, el país, la historia y, por supuesto, la candidata. Con su proverbial gusto por establecer el estadio en que califica cada hecho político, el PC identificará con más rapidez los errores de Jara que los colectivos. Y de ahí a impedir que conserve el protagonismo que ha tenido hay no más de un paso.

Ninguna de estas preguntas quedó respondida anoche, ni lo será hasta algún tiempo más. Lamentablemente.

Por Ascanio Cavallo, periodista y escritor.

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